La relación ser humano – medio ambiente en el Valle de Machachi se caracteriza por el ejercicio del poder, desgraciadamente en la forma despótica, que es el aspecto que subyace en las diversas relaciones.
El mestizaje ecuatoriano y el estigma del despotismo es una constante en las diferentes relaciones. Así, el ser chagra depende de una particular relación con la tierra, como ocurre con todos los seres humanos en las diferentes latitudes del planeta. Esta relación es un conjunto de características específicas de un pueblo (ethos) que le determinan y le dan nombre. El nexo entre el hombre y la tierra, en el Valle de Machachi, se caracteriza por el uso despótico y la sumisión impotente. Este estigma opera, también, en las relaciones personales y comunitarias.
La susodicha relación tiene su raíz en el modo con el cual se operó el mestizaje. Acontecimiento conservado en la mentalidad (conceptos-valores), la actitud y el accionar de los individuos. El mestizaje conjuga mal la esclavitud, la humillación y la explotación por parte de la cultura (sangre) europea y la satanización de la cultura (sangre) propia.
El mestizaje construye sujetos agobiados, por la tensión antagónica de las culturas y siembra en ellos el afán es ocultar su vergüenza en la pretensión de representar el rol despótico del dominador (feudalismo europeo).
Los predios en el Valle de Machachi muestran un gusto despreocupado, al punto de inducir la idea que los residentes no son los propietarios. Las plantas, los animales y el resto de recursos están a merced de individuos. Sujetos dedicados a obtener dinero, despreocupados y negligentes de del uso racional o el cuidado que requieren. El sometimiento despótico del medio ambiente al ser humano sobresale en el Valle de Machachi. La herencia del mestizaje que urge revisar y asumir.