Lenin Moreno Garcés sin ningún mérito propio accedió al poder del Ecuador. La fortuna de Moreno fue el mayor error que cometió Rafael Correa y su pequeño círculo: no tener ningún proyecto político.
La contribución más importante del banal, y por tanto, siniestro y nocivo Lenin Moreno es hacer patente aquello que deberíamos detestar en cada uno de nosotros ecuatorianos: el aprovecharse de la situación para beneficiarse de lo que se pone a su alcance; sin ningún criterio, es decir, como un veleta con la capacidad incluso de vender a su abuela o traicionar a cualquiera, con tal de obtener algo para si o su grupito; igual que prostituirse por alcázar o participar de un privilegio o del poder en cualquier institución.
La vergüenza de un personaje semejante a Lenin Moreno debe llevarnos a examinar los esfuerzos, que hacemos, por reconocer y construir nuestras identidades (nuestras almas, si queremos usar terminología antigua). En ese empeño hay que determinar los patrones (los moldes o modelos) que dan forma y configuran nuestras conciencias individuales; muchos de tales patrones se perpetúan en las creencias y en las tradiciones operando en cada sujeto por el instinto o inconsciente.
La caricatura de un ser humano se vislumbra en cualquier sujeto que jamás ha aprendido a usar su voluntad; en un individuo que no tienen una capacidad efectiva de decidir, por tanto, no es libre y tampoco responsable de sus actuaciones. Ese rastrojo, es lo que muestra en Lenin Moreno Garcés, una miseria humana que todos los ecuatorianos debemos esforzarnos en sentir vergüenza y empeñarnos en no portar una máscara semejante; pero, por desgracia, tal personaje, engendro y comediante no es excepción en las sociedades e instituciones ecuatorianas, sino el modelo propuesto por las élites tradicionales y en auge.