Un slogan es un grito de guerra. Una frase corta que recuerda el motivo por el cual se combate y deja patente la beneficio que se espera alcanzar. Esta práctica, de origen celta, pervive en la publicidad, que se aprovecha para ubicar productos en las estanterías mentales de las gentes, igual que permanece en la mala educación que enseña a no pensar sino a repetir frases fabricadas de sectas según los intereses de los respectivos fundadores y cabecillas.
El espectacular desarrollo logrado, en los últimos siglos, por la humanidad se debe al conocimiento científico. En términos sencillos, aceptar lo desconocido y querer conocer más, mejorando procedimientos e instrumentos.
Uno de los obstáculos para aprovechar los beneficios del desarrollo científicos son los tópicos que se establecen paulatinamente como referencias inamovibles. Lo terrible de estos tópicos es que en las instituciones educativas (ecuatorianas) los introducen en las mentes de los estudiantes sin mencionar la característica principal de la ciencia esto es que pueden mejorar, desde nuevos enfoques y perspectivas.
Una educación real debe ayudar a los individuos a liberarse de los tópicos y de slogans, dan la apariencia de saber algo, aunque, sean solo una ilusión macabra.