Se requiere, a propósito de esta intervención de Mons. Proaño, refrescar o puntualizar una de las herramientas fundamentales en el quehacer del estudio sistemático: la epistemología.

Sendero de ascenso, un camino no lo hacen los vagabundos, lo construyen todos los días los que van desde sus hogar hacia el trabajo o desde la casa a la escuela…

La cultura es el tema principal del Concilio Vaticano II. La iglesia ecuatoriana, por la mentalidad de los miembros, mantiene una jerarquía centrada en el poder. Un poder cuya práctica ejercida como lo hacen los personajes en las instituciones civiles, donde está marcado por el despótismo. La elección divina margina el servicio al ser humano concreto, pues no existen métodos ni la preparación pertinente para reconocerlo y comprenderlo. Y es incuetionable que no se puede evangelizar lo que no se conoce.

El término cultura será usado en distintas acepciones durante las sesiones del Concilio Vaticano II. Por desgracias, no se determina ni conceptualiza la naturaleza del fenómeno referido; solo se puede encontrar descripciones y los “conceptos” dependen del estudios que los originan el Folklore, la Psicología, la Sociología, la Pedagogía, la Antropología… resultan muy iluminante, por otra parte, las propuestas de algunos padres conciliares, entre las cuales hay que considerar al intervención referida al tema de Mons. Leonidas Proaño.

Mons. Praño en su intervención conciliar se refiere a la cultura y destaca la urgencia de superar el analfabetismo. Sobresale, la referencia a la práctica de la educación como factor de desarrollo.

Se requiere, a propósito de esta intervención de Mons. Proaño, refrescar o puntualizar una de las herramientas fundamentales en el quehacer del estudio sistemático: la epistemología. La necesaria elaboración de categorías analíticas (conceptos), por las cuales se comprenden las realidades estudiadas.

Cabe anotar, forzosamente, la diferencia entre el hecho y lo que inspira el hecho, la idea. Esta última, es aquella que está en la raíz del acto ylo trasciende, pero que necesita del mismo acto para ser identificada y determinada.

Así el acto, hacen posible reconocer la idea. Al menos, de modo nocional, que es, una modo de referirse al fenomeno de manera imprecisa. El quehacer intelectual, por su parte, elabora conceptos para estudiar el fenomeno y intentar comprenderlo y explicarlo mediante teorias. Esta tarea quedará pendiente.

Aqui la intervención de Mons. Leonidas Proaño en el Concilio Vaticano II sobre la cultura. El texto fue traducido del latín por Jesús Rivera Vásquez, en base al presentado por F. Gil Hellín:


“Voy a hablar en nombre de setenta Padres Conciliares, en relación al n. 22 de este capítulo, acerca de la así llamada educación básica y de su necesidad en América Latina.Es necesario que se conozcan las realidades de todas partes del mundo, cuando se trata del mundo de hoy y de la actitud de la Iglesia hacia este mundo, tanto en relación a la vida económica y social, como a la vida intelectual, cultural y religiosa.

Trataré pues de la educación básica: ésta no solo es útil sino necesaria, para el debido desarrollo de los pueblos de América Latina, donde las prerrogativas del dinero, de las riquezas y de los títulos están reducidos casi a la nada y con razón son valoradas la inteligencia, las aptitudes, las virtudes, impuestas con frecuencia bajo forma de sometimiento.

Muchas obras buenas se han realizado en América Latina; se han multiplicado las universidades, los colegios, las escuelas, los artistas y los técnicos; y todo, en especial las estructuras, está en proceso de cambios profundos y acelerados. Pero, por diversas razones, gran parte de la población está sumida en la ignorancia.

Todo tiene un lado positivo y otro negativo. Para el pleno y verdadero conocimiento de las cosas, es necesario ver con profundidad no solo el lado positivo de las cosas, sino también el negativo, principalmente si, como en nuestro caso, buscamos un cambio armónico, una justicia verdadera y una auténtica paz, motivados por la caridad.

Por tanto, he aquí los hechos, expresados con la fría elocuencia de los números:

  1. América Latina tiene unos doscientos millones de habitantes; de los cuales, ochenta millones no han aprendido a leer ni a escribir.
  2. Hoy, los niños que están entre los siete y los catorce años de edad, constituyen la vigésima parte de la población, es decir, unos cuarenta millones.
  3. Más de quince millones de niños no han podido concurrir a la escuela y van a engrosar el número de los adultos que no saben leer ni escribir.
  4. Cada año se incrementa un millón de niños en edad escolar.
  5. En el año 1955 hacían falta cuatrocientas cincuenta mil aulas escolares.
  6. Además de esta deficiencia, a causa del aumento del número de niños, cada año deberían construirse veinte y cinco mil locales escolares.
  7. Hoy en América Latina hacen falta seiscientos mil maestros y cada año deberían ingresar veinte y cinco mil nuevos maestros.

A mi juicio, esta realidad es intolerable en este tiempo. Pues, mientras por una parte, “por un regalo de la Divina Providencia, como se dice en el esquema, en este tiempo aparecen nuevos caminos para crecer en cultura humana, en ciencias, técnicas, artes, instrumentos de comunicación social”; por otra parte, son casi innumerables las personas que permanecen en las tinieblas de una total ignorancia. Lo cual es un verdadero escándalo histórico, social y político, cuando precisamente, nunca como hoy, la sociedad humana puede disponer de tantos y tan admirables instrumentos para impartir educación y difundir cultura. Hasta  hoy los hombres que gozan de cultura no han podido medir la profundidad ni la amplitud  de esta miseria.

Sin embargo, si se quiere promover un cambio integral de los pueblos, la educación básica es una condición indispensable para el desarrollo. La educación básica es aquella en que se empieza enseñando el alfabeto, los números, para que las personas puedan leer, escribir y contar, y aprendan así las nociones elementales de agricultura, de sanidad, de vida social, moral y religiosa mejor y más fácilmente.

Por tanto la alfabetización es un medio básico para que el hombre pueda desenvolverse, recuperar su dignidad, dominar la tierra y sus elementos, mejorar su condición económica y social, entender la religión y ejercer la práctica de las virtudes morales: en una palabra, valorar sus capacidades y facultades, para beneficio de la comunidad universal.

Pensando en aquellos millones y millones de niños, jóvenes, mujeres y varones que permanecen sentados a la vera del camino, por el cual, bajo la luz espléndida del sol, pasan también las ciencias, las artes, el amor y el progreso, es imposible no recordar la dramática escena del ciego Bartimeo, narrada en el evangelio. Sentarse y permanecer sentado; sentarse al borde del camino, mendigar el pan, es lo que se llama “subdesarrollo”. Del mismo modo que en ese tiempo la multitud vidente increpaba al ciego para que se callara, también hoy, muchos hombres cultos, pero indiferentes a la suerte de los demás, muchos hombres que ejercen funciones económicas y políticas y que se benefician de esa ignorancia ajena, cuando pasan, le dan una limosna, increpan al pueblo humilde y ciego para que se calle.

Ciertamente han surgido muchas iniciativas nacionales e internacionales para eliminar este escándalo, como la de la UNESCO, la de Misión Andina, la de la OEA. La Iglesia también ha empezado a poner su parte en esta obra: recordemos las Escuelas Radiofónicas, siguiendo el ejemplo de Colombia y colaborando de diferentes maneras, en Brasil, en Chile, en Perú, en Bolivia y en otros países. Pero el problema permanece sin solución.

Luego, en conclusión:

  1. Debe considerarse una más abierta y más estricta colaboración entre los gobiernos, Asociaciones Internacionales, Asociaciones  privadas y la Iglesia.
  2. Volviendo al N. 22 que trata de la promoción de la cultura, no se debe omitir la exposición acerca de este grande, complejo y básico problema cultural, para que el nuestro no aparezca como un irrelevante esquema europeo. He dicho”.