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Luz del Sol entre árbol y casa abandonada. Cuendina. Amaguaña.

La paradoja surge
ante lo maravilloso, lo inexplicable para los simples conceptos ordinarios,
aquello que rebasa los límites del entendimiento. La existencia humana tiene
una marca agridulce, como aquellos sellos impregnados en papeles artesanales,
manifiesta en cada individuo y en cada momento, sumergiendo en un misterio al
tiempo y a la historia, intrigando sobre el instante en el que emergerá el uno
o el otro. Lo favorable o desfavorable, cuando el sol brillando parece que
profetizara que nunca habrá nubes pero de repente todas se confabulan con la
noche para oscurecer y tinturar todo de nostalgia, melancolía, de frío… de hastió.
 Leonidas Proaño en el año 1936 ofrece
una poesía titulada
Sonrisa entre lágrimas,
en la cual propone la paradoja arriba bosquejada, por desgracia, para muchos,
es una pieza simple que pasará desapercibida, a menos que quien la lea se
atreva a pensar.
           

Sonrisa
entre lágrimas
Qué bien se junta
el nervioso
roció de la mañana
con las flores que
sonríen
al rayito que
resbala…
Mientras llueve
suavemente
las nubes en la
montaña
qué bien mira el
sol riendo
por entre nubes y
lágrimas.
Y en el Pesebre
qué bellas
las angélicas
bandadas
que van cantando,
cantado:
“Gloria a Dios, a
Dios hosanna”.
Y que bellas de
ese Niño
las inocentes
miradas
y su carita de
rosa,
cuando las mojas
de lágrimas.
Gloria al Dios de
las alturas
que nos da sus
enseñanzas;
gloria al Dios del
Pesebre
que llora porque
nos ama.
Y paz en la tierra
al hombre
que, entrando
dentro del alma,
comprende cuán
bien se juntan
la alegría con las
lágrimas.
1936