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Grieta abierta la cielo. el Paso del Inca. Volcán Rumiñahui. Cantón Mejía. |
No será nada aquel
sufrimiento expresado en la poesía en comparación con las experiencias de la
traición, de la incomprensión y de la avalancha de falsos amigos al culminar el
ocaso de la vida. Gente que se presentó para ganarse la confianza en medio de
tanta hiel y al final le despojaron de su nombre, y se apoderaron de la
herencia, de cada palabra, de cada abrazo, de cada latido… de la posibilidad de
levantarse. ¿Qué dejaron? Todo y nada, como es un plan bien hecho del demonio.
Aquellos inquisidores mandados, con sus ojos encendidos, para ver solo los
puntos oscuros y las sombras, cegados para no ver la luz y dedicados a escandalizar,
con el silencio y la murmuración, a quienes se alegraban de ver por primeras
vez, a quienes descubrían la fuerza que tienen los libros y la escritura.
sufrimiento expresado en la poesía en comparación con las experiencias de la
traición, de la incomprensión y de la avalancha de falsos amigos al culminar el
ocaso de la vida. Gente que se presentó para ganarse la confianza en medio de
tanta hiel y al final le despojaron de su nombre, y se apoderaron de la
herencia, de cada palabra, de cada abrazo, de cada latido… de la posibilidad de
levantarse. ¿Qué dejaron? Todo y nada, como es un plan bien hecho del demonio.
Aquellos inquisidores mandados, con sus ojos encendidos, para ver solo los
puntos oscuros y las sombras, cegados para no ver la luz y dedicados a escandalizar,
con el silencio y la murmuración, a quienes se alegraban de ver por primeras
vez, a quienes descubrían la fuerza que tienen los libros y la escritura.
De todo lo
aprendido, una cosa surgirá con fuerza, al tramonto de la jornada: el signo del
verdadero de haber servido a la Iglesia de Jesucristo es la cruz y su anuncio
de la resurrección, en promesa porque la cruz en real, como reales son los
golpes que aferran el cuerpo, para que se desgarre ante el solazo, o el tacto áspero
de la madera cortada a hachazos o los insectos metiéndose en los ojos abiertos
o el polvo cubriendo la piel apelmazándose donde la sangre se mezcla con la
carne molida y las lágrimas… y se escuche un eco fastidioso, en el propio
corazón, más lacerante que los graznidos de los enemigos que se ríen
triunfantes y sarcásticos: ¡¿Por qué abandonaste?!
aprendido, una cosa surgirá con fuerza, al tramonto de la jornada: el signo del
verdadero de haber servido a la Iglesia de Jesucristo es la cruz y su anuncio
de la resurrección, en promesa porque la cruz en real, como reales son los
golpes que aferran el cuerpo, para que se desgarre ante el solazo, o el tacto áspero
de la madera cortada a hachazos o los insectos metiéndose en los ojos abiertos
o el polvo cubriendo la piel apelmazándose donde la sangre se mezcla con la
carne molida y las lágrimas… y se escuche un eco fastidioso, en el propio
corazón, más lacerante que los graznidos de los enemigos que se ríen
triunfantes y sarcásticos: ¡¿Por qué abandonaste?!
Los poemas
publicados por Mons. Leonidas Proaño en el libro Quedan los árboles que sembraste, se presentan como una compilación
realizada por los allegados del obispo de Riobamba en el 1984, ofrecida como
parte del festejo por el XXX aniversario de la ordenación episcopal.
Muchos de tales poemas, seguramente, fueron reelaborados (al menos el siguiente,
cuya escritura data de los años comprendidos entre 1930 a 1936), aunque, su
lectura deje en el aire la pregunta: ¿Mons. Proaño revisó sus poemas antes de
esta publicación? Sin duda, se percibe, el inicio de la experiencia a la que
será sometido en los últimos años de su vida, que estaría anunciados en este
poema La gota de tinta escrito antes
de su ordenación sacerdotal, al menos –se supone- su primer borrador.
publicados por Mons. Leonidas Proaño en el libro Quedan los árboles que sembraste, se presentan como una compilación
realizada por los allegados del obispo de Riobamba en el 1984, ofrecida como
parte del festejo por el XXX aniversario de la ordenación episcopal.
Muchos de tales poemas, seguramente, fueron reelaborados (al menos el siguiente,
cuya escritura data de los años comprendidos entre 1930 a 1936), aunque, su
lectura deje en el aire la pregunta: ¿Mons. Proaño revisó sus poemas antes de
esta publicación? Sin duda, se percibe, el inicio de la experiencia a la que
será sometido en los últimos años de su vida, que estaría anunciados en este
poema La gota de tinta escrito antes
de su ordenación sacerdotal, al menos –se supone- su primer borrador.
La
gota de tinta
gota de tinta
Con sopor en los
ojos,
ojos,
con sopor en el
alma,
alma,
con cansancio en
el cuerpo,
el cuerpo,
con fatigas muy
grandes en las alas…
grandes en las alas…
Rendido de
trabajo,
trabajo,
sin ambiente a mis
ansias,
ansias,
al caer de una
tarde,
tarde,
el silencio de mi
celda estaba…
celda estaba…
Era el abatimiento
clavándome sus
garras.
garras.
Las sombras me
oprimían…
oprimían…
¡La luz de mis
ideales apagaba!…
ideales apagaba!…
Qué pesada la
tarde
tarde
caía sobre el alma;
cuando hay angustia
y tedio,
y tedio,
oh, Dios mío, la
vida que pesada!…
vida que pesada!…
El Cristo de mi
mesa,
mesa,
mi Cristo no me
hablaba;
hablaba;
no me hablaban sus
ojos,
ojos,
no como antes
movíanme sus llagas.
movíanme sus llagas.
Los libros, ah,
mis libros,
mis libros,
no me decían nada;
en vez de
consolarme,
consolarme,
sus páginas más
bien me fastidiaban…
bien me fastidiaban…
Qué pesada la tarde,
la vida qué
pesada.
pesada.
Luz perdían mis
ojos
ojos
y gran fuerza mis
alas fatigadas.
alas fatigadas.
Llorar, llorar a
mares,
mares,
desahogar mis
ansias…
ansias…
llorar fuera el
remedio,
remedio,
pero ¡mis ojos no
tenían lágrimas!
tenían lágrimas!
***
Extendiendo mis
mano,
mano,
topé con un
plumero;
plumero;
para calmar mi
angustia,
angustia,
pensé escribir y
le tomé en mis dedos.
le tomé en mis dedos.
Quise empapar de
tinta
tinta
la pluma… y el
tintero
tintero
vacío ya, vacío
la última gota diome
ese momento.
ese momento.
Y en un papel muy
blanco
blanco
quise grabar un
ruego.
ruego.
De Dios el nombre
augusto
augusto
a escribir alcancé…
había muerto
había muerto
la gotita de tinta…
y el tintero vacío
me dio algo
todavía: un pensamiento.
todavía: un pensamiento.
¡Oh, el tintero
vacío!
vacío!
¡oh, la gota que
ha muerto!
ha muerto!
oh, mi celda
querida
querida
testigo de mis
luchas y tormento!…
luchas y tormento!…
Huyeron ya las
sombras;
sombras;
los soportes
huyeron…
huyeron…
Cayeron de
rodillas,
rodillas,
En las plantas de
Cristo puse un beso.
Cristo puse un beso.
Por mi rostro
rodaron
rodaron
dos lágrimas de
fuego,
fuego,
¡Y ya me sentí
fuerte,
fuerte,
y me sentí animoso
para el vuelo!…
para el vuelo!…
Y esta oración las
alas
alas
del vespertino
viento
viento
llevaron al
Sagrario
Sagrario
donde mora Jesús
Dios verdadero:
Dios verdadero:
“Así, así, Dios mío,
así
como el tintero,
como el tintero,
quiero vivir mi
vida
vida
de vuestra
voluntad siendo instrumento.
voluntad siendo instrumento.
Así, así, Dios mío,
así como el
tintero,
tintero,
quiero agotar mi vida
vuestro nombre en
las almas escribiendo”.
las almas escribiendo”.
En los años del Seminario
Mayor, 1930 – 1936.