Sala de estar en una casa a los pies de Los ilinizas. 

El
canto en las sociedades ecuatorianas se convierte en un enigma, la referencia al
dolor, a la tristeza, al sufrimiento es recurrente incluso en tonadas bailables,
que se supone son de fiesta y jolgorio. Una respuesta a esta paradoja la
presenta Leonidas Proaño en su poesía Notas
y Lágrimas
, fechado en marzo de 1930, en la cual el autor pondera el canto
como el instrumento que permite superar el efecto de la tristeza, del
sufrimiento, de la adversidad; y también, cita al llanto como la justa
expresión ante lo impotencia, las avalanchas de inevitables desventuras o la mala
fe que lacera la existencia. El poema tiene similitudes con al texto del pasillo
Lamparilla (Miguel Ángel Casares
Viteri, 1924)  inspirado en la pieza poética
Quiero Llorar de Luz Elisa Borja Martínez
en 1918: “Grato es llorar / cuando afligida el alma / no encuentra alivio / en
su dolor profundo…”
Notas y Lágrimas
Bella
es la vida, no hay por qué negarlo;
el
mundo de las bellezas lleno está;
el
mismo sufrimiento es también bello
si
podemos por el cantar… llorar.
Grato
es cantar, querido compañero,
alivio
dando al triste corazón;
dulce
es llorar si el alma acongojada
llorando
encuentra alivio en su dolor.
Grato
es cantar, si en noches estrelladas
por
un cielo de diáfono turquí,
el
alma, quebrantando sus cadenas,
ansiosa
tiende el vuelo hacia el confín.
Grato
es cantar en medio del silencio,
cuando
todo reposa en honda paz,
y
solo nuestra voz, la paz turbando,
y
solo nuestras quejas escuchar.
Y
es muy grato cantar si una mirada
en
alas nos trasporta del amor
a
espirituales regiones, do no alcanzan
los
hombres de mezquino corazón.
Y
cuando rebosante de ternuras
en
rimas quiere el alma desbordar,
amigo,
tú lo sabes, cuánto es grato
ensayar
esa rimas y cantar.
Si
penas y dolores nos torturan,
si
angustia nuestro pecho la inquietud,
que
cantando las penas se mitigan,
compañero,
muy bien lo sabes tú.
Pero
en la vida hay penas tan intensas,
tan
intensas que ahogan nuestra voz,
 y en las que nuestro labio tembloroso
no
acierta a balbucir una canción.
Es
entonces muy dulce, amigo mío,
con
apacible llanto desahogar
el
cúmulo de angustias que a Dios plugo
en
nuestro corazón depositar.
Y
por eso, cuando en noches estrelladas,
por
un cielo de diáfano turquí,
el
alma quebrantando sus cadenas,
ha
tenido su vuelo hacia el confín.
Cuando
entre los planetas
de
la Patria el lindero ha visto ya
y
regresa abrumada de nostalgias,
¡ay!
Amigo, dulcísimo es llorar.
Que
es muy grato cantar, amigo mío,
alivio
dando al triste corazón;
y
es muy grato llorar, si es que en las lágrimas
el
alma encuentra alivio a su dolor.
Marzo,
19 de 1930.