Volcán Corazón. El Valle de los Volcanes.
Theodore Edgar McCarrick
(New York, 1930) ordenado presbítero en 1958 (Arquidiócesis de New York) reducido
al estado laical en 2019, después de haber sido ordenado obispo, designado
arzobispo de Washington (USA) y nombrado cardenal. Deberá responder –se
puede suponer- ante los tribunales ordinarios de los
Estados Unidos.

Estremece la afirmación que
la iglesia es “santa y pecadora”, porque  a veces esta frase se pronuncia con ironía y
hasta con sarcasmo, pues se ha convertido en una bandera para que los poderosos
eclesiásticos justifiquen sus decisiones en favor de sus amigos o sus intereses.
La deuda enorme que se asoma
con la 
fehaciencia de los hechos delictivos, de esos altos eclesiásticos, no
solo es con la víctimas de los abusos sexuales sino con todos los bautizados,
con sus iguales (sacerdotes) y de manera especial con tantos clérigos que habrán
sido marginado por señalar las lacras de semejante podredumbre, obviamente los
delincuentes (abrigados con el poder eclesiástico) habrían convertido los
cánones en un instrumento para someter a los que no tienen su autoridad ni
disponen de sus conocimientos privilegiados ni de sus amistades influyentes.
 ¿Cuál es la acción oportuna? Obviamente, no
será ni la caza de brujas –aunque sea necesario una limpieza en esos ambiente- ni la sola apuesta por mejorar la formación y el
discernimiento de los candidatos al sacerdocio en los diferentes presbiterios sino
el procurar una mejor selección de los obispos, no desde los grupos de poder
sino desde la fidelidad al Evangelio, además de emprender la reflexión y
profundización antropológica y teológica de manera adecuada.   
¿Un McCarrick cayó del árbol de poder en el cual le encumbraron (o se enancó) pero cuantos McCarrick’s han operado y operan en círculos de
poder en la Iglesia: abusando de la doctrina, haciendo del clergyman y de la
sotana harapos desdeñosos y horrendos? Mientras, el clericalismo siga erguido y
galopante el problema solo será acallado; mientras, el Concilio Vaticano II
grita la presencia de todos los bautizados en la Evangelización y a quienes los
clérigos  deben servir y dar cuentas, en vez de pensar que los sacerdotes son «los largos
brazos de los obispos»  y los bautizados piezas de servicio.    
Suenan, ahora, los
escándalos de una especie pero falta los de otras especies en las cuales se
puede elencar el despotismo arbitrario y el haberse adueñado de algo que no
les correspondía: ¡Hay que revisar las cuentas, las decisiones y tanta
fanfarronería!