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Horrorosa torre de alta tensión, pajonales del Rumiñahui. 
La
lírica causa daños en la literatura y para la poesía constituye su antítesis,
sin duda el asunto en el Ecuador tienen
 
su complicación, para ilustrar semejante entuerto, imperceptible e
insignificante para algunos, vale la pena compararlo con lo que sucede con la
celebración
 de la eucaristía en las
tierras ecuatorianas. La misa requiere de vino, obviamente no está aquí el
problema; el inconveniente se encuentra en el hecho que los ecuatorianos llaman
vino a cualquier cosa; además de la incólume ignorancia, que prevalece en la mayoría,
de no saber distinguir cuando el vino está bueno o si se echó a perder. Y así,
como a los jerarcas de la Iglesia en el Ecuador parecería no importarles el
asunto del vino bueno y el proveer un método para catarlo; así también, los críticos
(escandalosamente escasos) ofrecen, alguna vez, un
 análisis  y los criterios quedan vagando en lo
fantasmal.
Nube fugitiva
(1928)  es una poesía que se estructura
en dos partes, como un estudio; en la primera, se describe un fenómeno interesante,
común en la cima del Imbabura, la famosa nube, que el autor describe en la
trayectoria del amanecer. En el segundo momento, el joven Proaño, reconoce la aplicación
de aquel fenómeno a la vida del ser humano. Sin duda se trata de un ejercicio
que permite descubrir la especificidad de la poesía: el poder de la analogía y
el uso del lenguaje metafórico.
Nube fugitiva
¡Asomase
la aurora bella y pura!
sus
fulgores muy suaves todavía
coloran
la cabeza al Imbabura
y
en sus faldas despiertan la alegría.          
De
entre el monte levantase una nube
diminuta al principio e
invisible;
se
aumenta luego y majestuosa sube
al
aliento de un céfiro apacible.
La
blanquísima nube lenta avanza,
empapada
en las luces de la aurora
y
a ceñir la cabeza al monte alcanza
en
tanto su blancor más se colora.
  
¡Qué
bello es el paisaje!… El cielo surcan
rayos
y palmas de encendido fuego,
que
ha diversas distancias se bifurcan
y
figuras caprichosas forman luego.
¡Y
qué bella la nube afortunada
que
a completar el matinal paisaje
se
desprendió, partiendo bienhadada,
desde
el seno del húmedo boscaje!
Su
nívea y purísima blancura
en
carmín encendido se ha tornado,
y
a servir de corona al Imbabura
el
aura con su soplo la ha empujado.
  Pero ¡ay! cuando es más bella, un viento
fuerte
A
combatirla con furos empieza:
¡se
acabó allí no más su buena suerte,
Allí
no más termina su belleza!
———————————————-
Yo
pienso que esta nube es semejante
a
la vida cortísima del hombre:
como
ella nace, crece y anhelante
aspira
a glorias y afamado nombre.
Y
cuando ha conquistado nombradía
y
colmado se encuentra ya de gloria
le
azota el viento de la muerte fría
y
quizá solo queda su memoria.
Noviembre
18 de 1928