El
misterio de la noche pende sobre a cada ser humano, como también pende el de la
muerte; quizá por esta razón constituyen temas permanentes para el quehacer
poético; así en 1928 Mons. Leonidas
Proaño, escribe A la noche, un poema
en el cual se resalta, primeramente el uso de dos conceptos usados, seguramente
en la doctrina y teoría del su tiempo (para la fecha, el autor tenía solo 18
años, seguramente iniciaba sus estudios filosóficos teológicos) el alma y la
natura. En cuanto al primero, en el ideario colectivo y vulgar, se comprende
como una realidad en si misma que habita el cuerpo y que después de la muerte se
traslada a una dimensión final: el paraíso o el infierno, dependiendo de su fortuna
o desventura; mientras, que la natura es como la parte instintiva del ser
humano, la parte animal, aquello que el yo freudiano o el agente de la virtud tendrá
que someter con la acética; concebidos, de esa manera, tanto el alma y la
natura complican la elaboración conceptual en torno a los saberes, cuyo objeto
es alejarse de la superstición. Mas, el valor de la poema se fundamenta en la acción
que la noche ejerce en la vida de cada persona:
misterio de la noche pende sobre a cada ser humano, como también pende el de la
muerte; quizá por esta razón constituyen temas permanentes para el quehacer
poético; así en 1928 Mons. Leonidas
Proaño, escribe A la noche, un poema
en el cual se resalta, primeramente el uso de dos conceptos usados, seguramente
en la doctrina y teoría del su tiempo (para la fecha, el autor tenía solo 18
años, seguramente iniciaba sus estudios filosóficos teológicos) el alma y la
natura. En cuanto al primero, en el ideario colectivo y vulgar, se comprende
como una realidad en si misma que habita el cuerpo y que después de la muerte se
traslada a una dimensión final: el paraíso o el infierno, dependiendo de su fortuna
o desventura; mientras, que la natura es como la parte instintiva del ser
humano, la parte animal, aquello que el yo freudiano o el agente de la virtud tendrá
que someter con la acética; concebidos, de esa manera, tanto el alma y la
natura complican la elaboración conceptual en torno a los saberes, cuyo objeto
es alejarse de la superstición. Mas, el valor de la poema se fundamenta en la acción
que la noche ejerce en la vida de cada persona:
A la noche
¡Oh!
Noche misteriosa, pacífica y serena,
Noche misteriosa, pacífica y serena,
me
invitan tu silencio, tu paz, quietud y calma
invitan tu silencio, tu paz, quietud y calma
a
meditar, dejando mi mente al mundo ajena,
meditar, dejando mi mente al mundo ajena,
a
meditar, dejando que libre vuele mi alma.
meditar, dejando que libre vuele mi alma.
Sólo
en reposo y muerte, ensueños y tristeza
en reposo y muerte, ensueños y tristeza
lo
que en tu sueño se halla, oh noche misteriosa!
que en tu sueño se halla, oh noche misteriosa!
Allí
pero me gusta en alto la cabeza,
pero me gusta en alto la cabeza,
sondear
el firmamento con alma religiosa.
el firmamento con alma religiosa.
Si
de dolor sumidos en cruel melancolía,
de dolor sumidos en cruel melancolía,
a
ti venimos, cuando dormida está natura,
ti venimos, cuando dormida está natura,
la
calma que no hallamos en el vivir del día,
calma que no hallamos en el vivir del día,
en
tu vivir sin vida lo hallamos, ¡noche oscura!
tu vivir sin vida lo hallamos, ¡noche oscura!
¡Ay!
Cuántas veces, cuántas, he dado mis querellas
Cuántas veces, cuántas, he dado mis querellas
envuelto
en tu sudario, al infinito cielo,
en tu sudario, al infinito cielo,
y
cosas muy divinas me hablaron las estrellas,
cosas muy divinas me hablaron las estrellas,
llenándome
de gozo, de celestial consuelo.
de gozo, de celestial consuelo.
Con
sus plateados rayos la luna el orbe baña;
sus plateados rayos la luna el orbe baña;
en
tus misterios hondos todo mi ser se anega;
tus misterios hondos todo mi ser se anega;
las
blancas nubes alzan su vuelo a la montaña;
blancas nubes alzan su vuelo a la montaña;
mi
espíritu se eleva y al trono de Dios llega.
espíritu se eleva y al trono de Dios llega.
Lo
que no alcanza a verlo la luz de nuestros ojos,
que no alcanza a verlo la luz de nuestros ojos,
alcánzalo
la lumbre sin par de nuestra mente;
la lumbre sin par de nuestra mente;
y
al contemplar el cielo se calman los enojos,
al contemplar el cielo se calman los enojos,
disípese
la duda, se encumbra el alma ardiente.
la duda, se encumbra el alma ardiente.