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Alexis
Mera es el conocido personaje cercano a León Febres Cordero (el histórico
caudillo de la derecha oligárquica ecuatoriana –muerto en el 2008-, a quien
Jaime Rodos llamó, “insolente recadero de la oligarquía”, 1978)  y a Rafael Correa Delgado (el cabecilla
mesiánico del “socialismo” del siglo XXI en el Ecuador). Este susodicho Alexis profirió,
en contra de un eclesiástico, la misma frase aupada al oligárquico mandatario a
quien primero sirvió. El mal venido y vergonzoso arrebato del burócrata provocó
que su patrón del momento (de “izquierda”) saliera a bandera desplegada en su
defensa, desencadenando un reclamo diplomático, violentando, de ese modo, el
derecho a la libertad de opinión y de expresión personal y asociativa (derecho
ciudadano por antonomasia, que obviamente cualquier “revolución ciudadana”
debería no solo mantener sino impulsar, cuando es genuina, obviamente).
A la
mentada “insolencia” del servidor público, que ayuda a Rafael Correa en la
Presidencia, se sumó el escándalo de los jóvenes concejales capitalinos
(Antonio y Carla), quienes al puro estilo plástico y fresa de los quiteños de
“alcurnia”, dejaron filtrar  sus  juegos de soledades, pasiones y meteduras de
patas; así, ocupan los primeros espacios en la frivolidad de las redes sociales,
que al menos es risible; lo malo es que estos “políticos” olvidan que son la élite
(democrática), que representan a sus electores, quienes confiaron en su buen
criterio y en su adecuado desempeño para dirigir la promoción y el impulso de
concretas condiciones de producción (trabajo) en la Capital de la República.
Términos
como “ética” y “moral” están en las bocas de una infinidad de personajes, pero
lo único que dejan patente esos usos es aquello que Voltaire, Nietzsche o
Sartre  apuntaban: como el justificativo
para mantener la dominación de los poderosos (quienes tiene el poder o lo
ejercitan) en contra de los más débiles, incluso se puede afirmar que, en el
fondo, los sistemas legislativos, sirven solo a quienes son capaces de
manipularlos con pericia a su favor o están cobijados por la coacción que
ejercita el poder en contra de los ciudadanos (esto es de Maquiavelo). Pero,
hay que anotar, eso que queda siempre en quienes buscan la nobleza en el juego
político: las ganas de vomitar ante tal miseria que clama al cielo y aún es
peor contemplar a aquellos que están contentos en semejante fango y pretenden
no solo justificarlo.