Instalación, Museo, Milan, 2014
Uno de los valles más ricos (sino el más rico) de la
serranía ecuatoriana es el valle de Machachi. Al entrar en el pueblo que hace
de cabecera política de los panzaleos se encuentra el Fuerte Militar Atahualpa
y al frente a este importante puesto militar, para despecho de los machacheños
y de la gente de buen pensar y buen vivir, está un inmenso rotulo que anuncia
la instalación de la Coca-Cola (una de las gaseosas más dañinas y nocivas para la
salud humana y un problema grave de salud pública), cosa que es una ofensa
lacerante para el pueblo verde de Machachi, cuya estigma es aún más hiriente
por la indiferencia, la ignorancia y la desidia de quienes fungen como
representantes políticos.
La clase política del cantón Mejía, desde que tengo uso de
razón (aproximadamente cuarenta años), solo han sido conformada por
oportunistas y pícaros, cuyo ingenio ha servido para aprovecharse del momento y
de la poca plata que podían acaparar. Vale preguntarse ¿Hace cuantos años que el cantón Mejía no ha tenido políticos serios o sea gente comprometida con
el desarrollo de la tierra y sus gentes? Lógicamente, me temo que este mal
endémico está conectado directamente con la masa de la población que se
acostumbro a vivir de la basura y que no es capaz de reconocer que cosa es lo
bueno, simplemente porque no conocer de que cosa se trata la buena política y que son los buenos políticos.
Una prueba fehaciente del degrado de la organización
pública y política de Machachi es la cochambrosa presentación del pueblo,
pintarrajeado y sucio en las mamposterías de los edificios, con calzadas llenas
de descuido en los adoquines, igual que sus actos “culturales” donde figuran
canturreos ajenos que marginan lo propio, que han sepultado lo propio. Cierto
que Machachi necesita de buenos políticos y estos solo surgen de verdaderos
hijos del pueblo no de wairapamushcas
(traídos por el viento) ¡Este es un reto!

Fermín H. Sandoval