El juicio final. Imagen de una catedral Gótica, 2014
 

De
cuño checo el realizador (Petr Zelenka) del filme Karamazovi (2008), construye una critica sobre dos figuras de la
política polaca (Karol Wojtyla -Juan Pablo II- y Lech Valesa) para lo cual usa
como elementos de la gramática fílmica en esta propuesta: primero, el
abandonado edificio del artillero Gdańsk en el cual el mítico líder del
Sindicato Solidaridad proclamó su celebre discurso en 1970; segundo, una
compañía de teatro que curiosamente representa la adaptación de la obra Los Hermanos Karamazov de F. Dostoevsky
en escenarios no convencionales; tercero, un solo espectador, el cuidador del
sitio que es el único que por obligación (pues debe abrir y cerrar la puerta
del hangar) debe asistir a la puesta en escena de la obra teatral.

Las
imágenes cuidadosamente elaboradas del filme
Karamozovi
se conjugan con la declamación prominente de diálogos de la obra
de Dostoevsky que tramiten el sentimiento de decepción ante la presencia del
mal y la impotencia de comprenderlo y de interpretarlo; todo el filme es como
un grito contundente del viejo reclamo ante el sufrimiento de los inocentes (la
muerte de los niños) y el silencio de Dios, en lo cual aparece como conclusión
de que sí Dios no existe todo esta permitido.

Diferente
del mensaje que “la belleza salvar
á al mundo” del príncipe Myshkin en El
Idiota
, del mismo autor ruso, Los
Hermanos Karamazov
igual que Crimen y
Castigo
desafían la comprensión ante la realidad efectiva del mal y de la
acción de este en los seres humanos. Al emplazar la acción en el viejo hagar,
así como en la declamación (no olvidemos que Juan Pablo II era también un hombre
de teatro) y en la triste soledad de la ausencia y la desaparición del
auditorio el filme Karamazovi recuerda
aquella declaración que calificaba como fallido y ridículo el intento del Papa
polaco de pretender vitalizar la espiritualidad Europa con la fuerte tradición
religiosa desarrollada en Polonia; intento que al final solo ha acelerado a la
gente en Polonia a entrar en el feroz consumismo y en el secularismo
occidental; a lo que hay que agregar el crecimiento de sombras en la política de
los grupos de poder en la curia vaticana y la escandalosa acción de los famosos
“lobbies” de movimientos ultras o de otros intereses.

Una
pregunta resulta aflora al final de gustar del bellísimo filme Karamazovi: ¿Qué cosa realmente queda de
esos dos personajes polacos?