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Cirio de Pascua 2014


Una de las características de las sociedades -que
heredamos- es la superficialidad y el las apariencias en la relaciones humanas;
característica vigente incluso en aquellas actividades cuya realización
obligadamente necesitan de la autenticidad, como es el caso de la oración; para
algunos la oración es solo un espectáculo, olvidándose que la justicia y el
deseo de preocupar ser justo es la condición esencial para rezar. Los consejos
de Tomás Moro, por ejemplo son muy agudos en este ámbito:

Felices quienes saben reírse de sí mismos, se
divertirán siempre.

Felices los inteligentes que no se ahogan en las
seriedades, serán buenos vecinos.

Felices los que están atentos a las necesidades de
los demás, sin sentirse indispensables, compartirán siempre la alegría.

Felices quienes observan agudamente las pequeñas
cosas y tranquilamente las cosas importantes, sabrán como va la vida.

Felices los que comprenden con amabilidad la vida de
los demás, en contra de las murmuraciones, parecerán ingenuos  -es la marca del amor-.

Felices los que piensan antes de obrar y que rezan
antes de pensar, evitarán tantos problemas.

Felices quienes reconocer a Dios en todos los que
encuentren, habrán encontrado la verdadera luz y la verdadera sabiduría.

Ciertamente, podemos encontrar consejos similares a
estos a millares surgir; desgraciadamente, no es todos los casos que se sugieren
tales recomendaciones nascen de la autenticidad sino de su contario; su
contrario es el espíritu de dominio, de humillación y de esclavitud. ¡Son
actuales las palabras: “Hagan aquello que dicen pero no aquello que
hacen”!