año de inauguración de la Universidad del Otavalo, entre una de
las conferencias de apertura, escandalicé a todos los asistentes, sosteniendo,
en relación al tema de la moral, la importancia de la coherencia explícita
(valor de la palabra) y de la necesidad de la existencia de una verdadera capacidad
de decodificación de los sistemas de parte de los individuos (educación).
No se
puede obviar ni negar la realidad de que todo ser humano tiene un sistema de
valoración (moral) de las acciones (buenas o malas) así como la realidad que de
tal sistema el individuo puede ser consiente (incluso puede tener una
conceptualización y teorías) o inconsciente. Esto refiere a la prerrogativa que
configura la existencia humana, que sustancialmente es de carácter moral.
El
tema de la ética y moral vuele al primer plano en el Ecuador. Un tema que ha
sonado, por mucho tiempo, como suena la lluvia y como la gran reserva de todo
discurso para exigir a los demás pero sin la reflexión que merita el tema. Se
da por supuesto que aquello que se llama “moral o ética” y sus contenidos son
conocidos y compartidos por todos, en los idénticos parámetros, incluso.
Son simplemente
vergonzosas las intervenciones que los supuestos especialistas en moral. En el
Ecuador, como en el resto del mundo, se vive entre encuentros de intereses de
grupos diversos. Cada individuo debe poder identificar los sistemas en juego y
reconocer, también, en si mismos, como individuos, el sistema moral como el
cual se sopesa las determinadas acciones. Se puede ilustrar el tema, con un
ejemplo: la moral de los lagartos en comportarse como lagartos, que un lagarto
se comporte como una cebra es inmoral, al menos que sea solo como una
estrategia, el lagarto siempre será lagarto. Descubrir quienes son y que
anchetan (como decía mi abuela) debe ser parte fundamental de las reglas de
juego democrático y la quintaesencia del estudio ético y moral.