Cándados en puerta. Cotacachi, 2013

Hace pocos días, en una reunión “espiritual” de sacerdotes católicos,
escuché un comentario grosero, impreciso e irreverente  hecho por un extranjero en contra de la
familia en el Ecuador. El sujeto sin datos ni estudios estadísticos afirmó enfáticamente
y en forma reiterada que el caso de irregularidades en la familia ecuatoriana
era del 93% o del 73%. Hizó, además, una comparación absolutamente gratuita con
la sitiación religiosa “popular” cubana, sin considerar ni las diferencias entre
los pueblos ni el necesario conocimiento de la temática.

Lo ridículo es que, por ejemplo, en Italia –no me detengo a indicar el
comportamiento desvergonzado de algunos de los líderes politicos con respecto a
sus familias- la mayoría de matrimonio se efectúa (si llegan a realizarse)
entre sujetos de treinta y cinco años de edad (para arriva), hecho que no
significa que los sujetos no lleven una vida sexual activa; en este ámbito la
mayoría comienza las prácticas sexuales alrededor de la adolescencia y los índices
de abortos son altísimos, cabe solo indicar los datos ofrecidos por un diario
del alto milanese, que indicaba que en la zona el porcentaje de las chicas que
abortaron en ese año correspondían al 53% del total. Además, la mayoría de las
familias, incluso aquellas que se dicen católicas, tienen uno o dos hijos, logicamente
planificados como objetos en función del costo y la afectación económica
familiar.  

Lo sarcástico en situaciones, como la referida, es que los ecuatorianos
permitamos realizar tales aseveraciones en contra de nuestras familias y que
casi aplaudamos a las figuras que realizan esos vagas e infames apreciaciones.
Por el contrario, lo lógico es exigir a tipos, como el susodicho, tengan por lo
menos la descencia de callar y de ilustrarse mejor en señal de respeto al pueblo
que los acoje, con mucha más razón si se trata de gentes a quienes deben
servir, como es el caso en la colaboración de los religiosos. En este ámbito
conviene recordar a todo extranjero “cristiano” o no, que en lo que se refiere
a las vivencias cotidianas de fede –dígase en política, economía, educación o
familia-, ellos tienen las desventaja del altísimo porcentaje de incoherencia entre
sus conciudadanos y deberían observar humilde y sinceramente los pueblos y las comunidades
de las que proceden, en los cuales los “paganismos” o “neo paganismos” (como
suelen llamar) abundan y son parte de sus civilizaciones y de sus sociedades.