Vieja madera tallada, Gallarate, 2013.
La gestión económica es la acción bélica en nuestro tiempo. Cierto, no
se trata de una cosa desconocida u originada recientemente. La guerra unida a
la economía es una constante en la historia de los seres humanos, como está
abundantemente testificada. Se puede decir que la columna vertebral de la
narraciones históricas siempre tienen como médula el latrocinio y la
violencia. Y, aunque cambien los
armamentos, las estrategias y las tácticas, se mantienen los bribones,
traidores (las malinches), los capitanes y las gentes.
se trata de una cosa desconocida u originada recientemente. La guerra unida a
la economía es una constante en la historia de los seres humanos, como está
abundantemente testificada. Se puede decir que la columna vertebral de la
narraciones históricas siempre tienen como médula el latrocinio y la
violencia. Y, aunque cambien los
armamentos, las estrategias y las tácticas, se mantienen los bribones,
traidores (las malinches), los capitanes y las gentes.
Algún antropólogo indica -en ficticia tesis del proceso de
“humanización”- el momento determinante del descubrimiento de la agricultura.
Descubrimiento que tendría como protagonista a la mujer y que podría fin al
nomadismo. A reglón, esa simpática teoría, preconiza la acción, de los vecinos
de los sedentarios cultivadores, quienes robar el producto de los campos,
fatigosamente cultivados, y a las mujeres: nace de la guerra.
“humanización”- el momento determinante del descubrimiento de la agricultura.
Descubrimiento que tendría como protagonista a la mujer y que podría fin al
nomadismo. A reglón, esa simpática teoría, preconiza la acción, de los vecinos
de los sedentarios cultivadores, quienes robar el producto de los campos,
fatigosamente cultivados, y a las mujeres: nace de la guerra.
Al margen de la ficción, resulta interesante reflexionar la economía
como un campo de batalla, porque cuando se hablan de economía se hablan de
guerra, de apostar a ganar o perder, de jugar a vencer o morir, de un reto que
termina en esclavos y amos. Por desgracia, esta comparación, no es ficticia.
¡Estamos en guerra! ¡Debemos defender lo nuestro! Pero ¿qué hacer cuando lo
nuestro nos resulta ajeno, desconocido y motivo de vergüenza? No podemos
olvidar que nuestros enemigos son viejos zorros sanguinarios y nosotros
ingenuos que creímos en las palabras de amistad. La economía es el campo de
guerra de nuestro tiempo. Si perdemos esta contienda continuaremos con estás
cadenas de esclavos nosotros y los que nacerán.
De todas las armas, la más importante para este enfrentamiento es la conciencia
de lo que realmente somos: una identidad que debe ser reconocido, valorada
propuesta con nobleza. ¡Debemos dejar de ver al piso!
como un campo de batalla, porque cuando se hablan de economía se hablan de
guerra, de apostar a ganar o perder, de jugar a vencer o morir, de un reto que
termina en esclavos y amos. Por desgracia, esta comparación, no es ficticia.
¡Estamos en guerra! ¡Debemos defender lo nuestro! Pero ¿qué hacer cuando lo
nuestro nos resulta ajeno, desconocido y motivo de vergüenza? No podemos
olvidar que nuestros enemigos son viejos zorros sanguinarios y nosotros
ingenuos que creímos en las palabras de amistad. La economía es el campo de
guerra de nuestro tiempo. Si perdemos esta contienda continuaremos con estás
cadenas de esclavos nosotros y los que nacerán.
De todas las armas, la más importante para este enfrentamiento es la conciencia
de lo que realmente somos: una identidad que debe ser reconocido, valorada
propuesta con nobleza. ¡Debemos dejar de ver al piso!
