No puedo ocultar mi temor ante la propuesta de la Revolución Ciudadana. No, solamente, por
la “manipulación” de la información (cosa que ellos han denunciado en contra de
los otros medios de comunicación social, en algunos casos justificadamente); ni
por la simpatía de Rafael Correa por los banqueros de un banco del Azuay (un enlace
ciudadano de Loja); ni por la estrategia populista para mantenerse en el poder
(basta observar las elaboración y selección de los candidatos en la lista de Pais, cuya falta de preparación
intelectual sobresale); ni por la superficialidad de argumentación sobre el
fundamento “ideológico” de la propuesta política; ni por la sospechosa
pretensión de apoderarse de todas las instancias que significan “poder” (la
intervención de un funcionario del Ministerio de Cultura en la última elección
en la Casa de Carrión, sirve como ejemplo) la lista puede continuar (y no he
mencionado el hueco legislativo), pero personalmente, lo que me fastidia del
gobierno de Rafael Correa y de la Revolución
Ciudadana es que la práctica política ecuatoriana sigue inalterable.
la “manipulación” de la información (cosa que ellos han denunciado en contra de
los otros medios de comunicación social, en algunos casos justificadamente); ni
por la simpatía de Rafael Correa por los banqueros de un banco del Azuay (un enlace
ciudadano de Loja); ni por la estrategia populista para mantenerse en el poder
(basta observar las elaboración y selección de los candidatos en la lista de Pais, cuya falta de preparación
intelectual sobresale); ni por la superficialidad de argumentación sobre el
fundamento “ideológico” de la propuesta política; ni por la sospechosa
pretensión de apoderarse de todas las instancias que significan “poder” (la
intervención de un funcionario del Ministerio de Cultura en la última elección
en la Casa de Carrión, sirve como ejemplo) la lista puede continuar (y no he
mencionado el hueco legislativo), pero personalmente, lo que me fastidia del
gobierno de Rafael Correa y de la Revolución
Ciudadana es que la práctica política ecuatoriana sigue inalterable.
Pese a observar la implementación de la obra publica
(cosa que elogiamos), la mejora en los servicios de educación y salud (cosa que
elogiamos aún más), la conseguida eficacia en el cobro de impuesto del Servicio de Rentas Internas (que esta
bien, aunque no se ha terminado de cobrar a los peces gordos, el mismo Álvaro
Noboa, es un ejemplo) y del manejo responsable del la economía (que sin duda
tiene especial reconocimiento, sobretodo si se conecta con la tesis de la
centralidad del servicio que debe brindar la Economía al ser humano), pero se debe
poner atención al grave e intocado problema de los altísimos subsidios de los
combustibles, de la falta de un desarrollo de un mercado artesanal y de pequeña
industria, y sobretodo del estancamiento de un verdadera promoción en la
responsabilidad política personal del ciudadano ecuatoriano en el gobierno de
su barrio, de su ciudad, de su provincia, de su país o sea que debe promoverse
con claridad que son las decisiones personales de cada ciudadano las que
configuran la suerte del Estado (de su barrio… etc.) y que no deben depender de
un “mesías” de turno, llamase Correa o como fuera. Efectivamente, la pregunta
que sale a la luz es: ¿ Y después de Correa qué?
(cosa que elogiamos), la mejora en los servicios de educación y salud (cosa que
elogiamos aún más), la conseguida eficacia en el cobro de impuesto del Servicio de Rentas Internas (que esta
bien, aunque no se ha terminado de cobrar a los peces gordos, el mismo Álvaro
Noboa, es un ejemplo) y del manejo responsable del la economía (que sin duda
tiene especial reconocimiento, sobretodo si se conecta con la tesis de la
centralidad del servicio que debe brindar la Economía al ser humano), pero se debe
poner atención al grave e intocado problema de los altísimos subsidios de los
combustibles, de la falta de un desarrollo de un mercado artesanal y de pequeña
industria, y sobretodo del estancamiento de un verdadera promoción en la
responsabilidad política personal del ciudadano ecuatoriano en el gobierno de
su barrio, de su ciudad, de su provincia, de su país o sea que debe promoverse
con claridad que son las decisiones personales de cada ciudadano las que
configuran la suerte del Estado (de su barrio… etc.) y que no deben depender de
un “mesías” de turno, llamase Correa o como fuera. Efectivamente, la pregunta
que sale a la luz es: ¿ Y después de Correa qué?