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Hay lugares y estados a los que siempre se vuelve
porque son pan, porque preconizan el final।

Soy un noctámbulo panegirista de la ciudad,
me gustan las paredes y su amplia boca,
su grito me sumerge en las eternas ansiedades
de pregonar la verdad,
de denunciar al sol crujiente que ayer no salió,
al asqueroso polvo que ensució mi ropa interior,
a la lluvia impávida que secó la flor de mi pasión…
al nocturno aroma de melancolía que devoró
a mi amigo, “el que era mi otro yo”…
a la ternura de la mujer que entiende e interpreta mi son…