La palabra cultura es un término muy utilizado en las conversaciones comunes incluso se la reclama en los campos científicos especializados, pero, tanto en el primer caso como en el segundo,  no proviene de una elaboración conceptual que refiera y especifique un significado compartido por todos, ni siquiera en los diversos ámbitos de la antropología cultural se encuentra un concepto generalizado. Esto obliga, cada vez que se encuentra el susodicho termino, ya sea en un discurso o en un escrito, a interpretarlo según la idea del proponente, así la mayoría de veces significa «el modo concreto de vivir de unos determinados seres humanos», otras veces, «el grado de desarrollo de la capacidad intelectual de una persona», otras veces, «los procesos para lograr un objetivo», en otros casos indica «el cúmulo de sabiduría de una tradición» o «la misma tradición y las costumbres» o «el desarrollo de ciertas artes y artesanías», así se pueden catalogar un sinnúmero de significados.
El trabajo de reflexión, que en estos momentos, está anestesiado por la imponente carga de una heredad voluminosa -definida como ciencia que es necesario memorizar- pero que debe promoverse y esto no es nada fácil. Este es quizá uno de los enigmas de este tiempo cuya solución puede ayudar a superar las apariencias, la superficialidad y la banalidad (características denunciadas por cierto personajes, quienes calificar este tiempo como una época de «pensamiento débil»).  El reto de la reflexión no es simplemente opcional sino una necesita ligada a la identidad.