No puedo ocultar el sentimiento que me embarga, a propósito de la situación provocada en Sucumbíos por las desacertadas decisiones. He sentido miedo al ver la página web del grupo denominado Heraldos del Evangelio y casi he llegado al pánico al escuchar las declaraciones de un cardenal que ejemplariza esa forma de vivir la fe cristiana.
Lo primero en captar mi atención en la susodicha página son los atuendos de estos cristianos, en apariencia medievales o con tufo de cruzados; seguidamente, observó la ostentación y la suntuosidad de los ambientes y de los medios; luego, todo una serie de propuestas centradas en una promoción de la religiosidad popular, una asistencia social desde la prepotencia y una educación –es solo la impresión del video- impositiva –casi militar- y rígida (como la impuesta en la Alemania de los primeros años del siglo pasado), todo esto sugieren que la obediencia es entendida de manera obtusa y no me imagino la moral.
¡Quedé tan sordo con la estridencia que mis oídos no escucharon, en el video, una palabra de las propuestas del Concilio Vaticano II! Y si no escuché aquel mensaje clarísimo del siglo XX, que es la pauta de la Iglesia Católica –que deben escuchar por todos los cristiano, Papa incluido-, no debería extrañarme la ausencia y la desconsideración para las contribuciones y las identidades de las iglesias locales.
Esta noticia trae e mi mente las humillaciones sufridas por los pueblos americanos de parte de las autoridades religiosa europeas, desde el inicio del descubrimiento, el latrocinio y lo que considero, es mi opinión, lo peor el haber marcado a los hombre y mujeres de estas tierras (a los que somos pobres, lógicamente) con el estigma de la inferioridad.
Mi miedo es como el miedo de uno de mis amigos que dice, con razón, que decisiones como esta pretenden borrar el contribuyo realizado con buena voluntad y en la línea de Mons. Leónidas Proaño, que sin duda es el pastor ejemplar de los últimos años en la Iglesia del Ecuador.
En otra página ligada a la susodicha leí, para aumentar mi alarma, un comentario que decía algo como “el mismo Papa ha hablado deben obedecer”, pues habría que recordarle al comentarista la jalada de orejas que el apóstol Pablo da a Pedro, ante su actitud simulada por miedo a los poderosos judaizantes (Gal 2, 12), que se podría imaginar algo así, a lo ecuatoriano contemporáneo: “Ve Pedro, que te pasa, pórtate fresco, déjales a los manes vivir la fe a su manera, porque vos mismo que eres judío vives al estilo pagano”.