Despliego las páginas que la web, que este día traen noticias de la situación de Sucumbíos, donde al decir de las crónicas se ha desatado una especie de “conflicto religioso” entre dos fracciones, por una parte los simpatizantes de los Carmelitas “los descalzos” y los de los Heraldos “los de las botas largas”, ambas para vergüenza, se dicen “católicas”.
El repasar las diversas opiniones vertidas en los portales no deja de extrañar: la confusión sobre el rol del Papa y la labor de la Iglesia, la ausencia de respeto por la cultura ecuatoriana, la visión fundamentalista del espíritu sectario y la poca capacidad para dialogar.
El respeto es la actitud ante el otro y supone una relación estrecha con el conocer y el reconocer todo el “mundo” del otro; por desgracia algunas veces se puede encontrar en algunos sujetos, que ocupan las cúpulas de cualquier institución –incluso, en la Iglesia católica, cosa que es escandaloso-, esas actitudes irrespetuosas que parecen no conocer ni la Cultura ni el Evangelio.
El problema que está en fondo de este fantasmagórico espectáculo de “descalzos vs botas largas”, como en otros campos de la vivencia de la fe y en la política, es aquel descrito magistralmente por José María Arguedas: la forma de ejercer el poder, que no solo es el cruel y deshumano despotismo (relación patroncito e indio ignorante -criatura inferior-) sino el desprecio de la propia sangre.
 Han pasado casi cinco siglos de la llegada de los primeros cristianos. Sí aquellos arribados a la tierra tenían la capacidad y la buena voluntad para trasmitir el evangelio lo debían haber hecho, sino no lo hicieron por lógica podrían ser catalogados entre los incompetentes, blasfemos y mentirosos (esta última, en mi opinión, no puede ser cierta), sin embrago hasta hoy recibimos imposiciones –que con una lectura audaz son humillaciones- en nuestra vivencia de fe. Fe que tanto nos ha costado -económicamente- y que, sin duda, ha configurado nuestras culturas.
El tal conflicto de Sucumbíos tiene como características problemáticas externas, dictámenes externos e incluso personajes externos (conservadores extremistas y misioneros progresistas de tradición), mientras los hombres de buena voluntad (los ecuatorianos) tenemos que tomar posición y sufrir las vergüenzas. Los ambientes cerrados me dan miedo y asco por eso no puedo cansarme de rogar a los responsables de Iglesia el disponer de una plataforma de información completa y oportuna, desde las distintas perspectivas de la catolicidad, cosa que por cierto no se ha hecho. Uno pobre católico no sabe lo que hacen en la cocina y tiene que conformarse con ver la montonera de platos que debe lavar.