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El Corriere della Sera en la edición del lunes 23 de agosto publicó una crónica de Alessandra Farkas. El artículo de la corresponsal del periódico italiano en Nueva York refiere a un escrito de Robin Marantz Henning aparecido en el New York Magazine del día anterior. El titular de la crónica, Que cosa desean los jóvenes de 20 años? El limbo de la eterna adolescencia, dirige la atención del lector a un problema sociológico actual: La generación “boomerang”. Este grupo humano estaría constituido por los jóvenes asilados en los hogares de sus progenitores y que eluden las decisiones importantes que les permitiría formar su propia vida. La problemática en los citados escritos, que se resume en la cuestión ¿Por qué los veinteañeros no desean crecer?, es analizada en la relación a la instrucción, al campo de trabajo y al ámbito familiar.

Los jóvenes de la generación bumerang, explica el artículo, sienten la necesidad de adquirir mejor instrucción (doctorado, masterado) que les permitiría sobrevivir en un sistema económico complejo y superar las dificultades en el campo laboral, donde escasean los puestos del trabajo y cada vez es más exigente el nivel de especialización; por otro lado, las perspectivas para formar nuevas familia por parte de estos jóvenes están supeditadas a una búsqueda de la compañía perfecta, y a las relaciones sexuales dentro de una convivencia sin complicaciones, debida al uso de los contraceptivos y a la tecnología reproductiva que prolonga la edad fértil de la mujer.

El artículo, sostenido por las tesis del psicólogo Jeffrey Jensen Arnett de la Universidad de Worcerter, Massachusetts – Estados Unidos, concluye con señalar que el enviciamiento de los jóvenes bumerang estaría provocado por sus padres, quienes se sienten realizados si sus hijos son “felices”.

Este simpático problema, en mi opinión, tiene que ver con la categoría adolescencia-juventud, creada e introducida por los “sesudos” psicólogos hace tiempo; categoría que fue recibida como “palabra de Dios” por el resto de los mortales. Cabe, pues, recordar el necesario tratamiento crítico de las temáticas para el desarrollo del trabajo científico, cualidad urgente en nuestros ámbitos académicos y “científicos” donde lo más común es una monótona y cansina repetición, que redunda en lo dicho en otra parte como es el caso de la corresponsal de El Corriere della Sera o del amigo de New York Magazine y, tal vez, el profesor de Worcerte.