Los jóvenes de la generación bumerang, explica el artículo, sienten la necesidad de adquirir mejor instrucción (doctorado, masterado) que les permitiría sobrevivir en un sistema económico complejo y superar las dificultades en el campo laboral, donde escasean los puestos del trabajo y cada vez es más exigente el nivel de especialización; por otro lado, las perspectivas para formar nuevas familia por parte de estos jóvenes están supeditadas a una búsqueda de la compañía perfecta, y a las relaciones sexuales dentro de una convivencia sin complicaciones, debida al uso de los contraceptivos y a la tecnología reproductiva que prolonga la edad fértil de la mujer.
El artículo, sostenido por las tesis del psicólogo Jeffrey Jensen Arnett de la Universidad de Worcerter, Massachusetts – Estados Unidos, concluye con señalar que el enviciamiento de los jóvenes bumerang estaría provocado por sus padres, quienes se sienten realizados si sus hijos son “felices”.
Este simpático problema, en mi opinión, tiene que ver con la categoría adolescencia-juventud, creada e introducida por los “sesudos” psicólogos hace tiempo; categoría que fue recibida como “palabra de Dios” por el resto de los mortales. Cabe, pues, recordar el necesario tratamiento crítico de las temáticas para el desarrollo del trabajo científico, cualidad urgente en nuestros ámbitos académicos y “científicos” donde lo más común es una monótona y cansina repetición, que redunda en lo dicho en otra parte como es el caso de la corresponsal de El Corriere della Sera o del amigo de New York Magazine y, tal vez, el profesor de Worcerte.