Palabras para un amigo (Francisco Mateo-Seco)

Tablero de ajedrez con figuras orientales, 2014
Al
iniciar en el uso de razón –no hace mucho tiempo- opté, ante la partida (la
muerte) de alguien que he admirado, leer una de sus obras y escribir unos
reglones. Este es mi rito para mostrar mi respeto y gratitud. La noticia de la
muerte de Don Lucas Francisco Mateo-Seco evoca su recuerdo y su alegría,
evidentemente, inspira. La última vez que lo encontré, fue mientras él caminaba
por la ribera del rio Arga (Pamplona, 2005), se detuvo y comento algunos versos,
que le habían gustado de El Horno del Pan
(Otavalo, 2001) –un libro mío que le envié-, posteriormente se refirió, con su
estilo exquisitamente agudo, preciso y sinceramente cariñoso, a no olvidar la
poesía.
El
mirar atrás en los años Pamplona es -para mi- celebrar y agradecer la alegría,
saber que soy deudor por la amistad compartida, por los estudios… por las
partidas de ajedrez con Don Paco Mateo Seco. Los estudios teología, según lo
poco he comprendido, necesitan de un dosis muy grande de sentido del humor pues
que cosa se puede explicar de un misterio maravillosamente vital y sin embargo
no se debe marginar los intentos para explicarlo: ¡Hay que estudiarlos¡ De lo
complicado de la teoría teología llevó en mis bolsillos el esfuerzo por configurar
la categorías teológicas, fundamentándose en elaboraciones conceptuales
precedentes y reelaborándolas a partir de la consideración del misterio que se
atisba piadosamente.
“Kruscev
ha muerto, Kennedy ha muerto y yo mismo no me siento muy bien”, solía recitar
Don Paco, parafraseando a un periodista norteamericano y para remarcar aquella
idea de Pascal “que el hombre es frágil, como un restrojo, que un golpe de viento o una
helada pueden destruirlo”. Que grato recuerdo, gracias amigo. El 8 de
diciembre de 1995 estuvimos en un casa de ejercicios espirituales, ese día
nevó, fue bellísimo y ese fue mi recuerdo el 8 de diciembre de 1998, día de mi ordenación
presbiteral. ¡Un placer haberlo conocido don Paco!

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