Ultimo día de Leonidas Proaño

Castillo o palo ensebado, juego tradicional ecuatoriano para diversos festejos    

Las
acciones de respuesta a los planteamientos de Martin Lutero, por parte de los eclesiásticos
que fungían de autoridad -en ese entonces- en la Iglesia, fue el impulso de la
religiosidad popular, especialmente con
 la
implantación y promoción de santuarios marianos y
 de las devociones a la Madre del maestro de
Galilea.
  Mientras, en las tierras americanas,
colonizadas por los europeos, también se establecieron, con mucho éxito, variadas
devociones marianas. Con el paso del tiempo,
 las devociones adquirieron un protagonismo
espectacular en la vida religiosa popular de los bautizados, pero sin que se
refleje, en los espacios socio-políticos,
 el compromiso fraternal y solidario, que ineludiblemente
está
 vinculado a la fe católica. Un
hecho, como otros, que bien merece un estudio profundo y detallado.
La
poesía Ultimo día  de Leonidas 
Proaño (1928) cuyo lirismo es patético, obviamente justificado por el
medio y la juventud del autor, mas con esta obra afronta la dureza de la
existencia humana con la figura de la sequedad, propia de los meses de estío en
la serranía ecuatoriana, situación límite que ha inspirado las tradición de la
rogativas populares.  El autor comparte
su confianza en la asistencia de la madre del maestro de Nazareth, para superar
aquellas durezas que penden y acechan a cada ser humano:
Ultimo día
¡María,
rosa de Mayo,
de
las flores la más bella,
más
humilde y recatada
que
la escondida violeta,
más
atrayente y más pura
que
la nítida azucena,
más
embriagante en perfumes
que
olorosa madreselva!
¡María,
Madre bendita,
Virgen
de intacta pureza,
refugio
de pecadores ,
de
los náufragos estrella,
permite
que en este día,
postrero
de primavera
esta
humilde florecilla
como
recuerdo te ofrezca!

Ya no hay flores en los prados
que
su frescura mantenga,
porque
el fuego del estío
roba
su sabia y la seca,
y
por eso es que tus plantas
no
adornan flores más frescas,
porque
eso, porque sus hojas
marchita
el sol y la quema.
A
mí también me amenazan
quemarme
con sus ardencias
mucho
más temibles fuegos
que
me dejaran sin fuerzas.
Mas
yo a ti, recurro Madre,
Madre
cariñosa y tierna,
y
estoy seguro, María,
no
dejaras que perezca.
Me
cubrirás con tu manto
a
guardarme de tormentas,
me
enviaras un roció
de
dulzura y gracias lleno,
me
ampararas siempre, siempre
en
el mundo hasta que muera,
¡y
cogido de tu mano
feliz
saldré de esta tierra!
 Mayo 31 de 1928

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