Tú… te vas… de Mons. Leonidas Proaño

 

 
Tratando de escribir lo impensable, Gallarate, Italia, 2013

Uno de los pecados que debo purgar es la iniquidad
atroz que me llevó el escuchar un criterio miserable acerca de Mons. Leonidas
Proaño. Esa crítica resumía la personalidad del gran obispo ecuatoriano como un
poeta no tan dotado. Efectivamente, eso me pareció cuando leí por primera vez Tú… te vas... Un poema simple por el uso
de las palabras, incluso por las figuras comunes usadas: árboles, semillas y frutos.
Lógico, me reconozco como un novato jugador de ajedrez, que piensa que
una jugada de un gran maestro es simplona o realizada en un mal momento.
Tú… te vas... es una de
las piezas poéticas más importantes de la Literatura, en mi opinión. Escrita efectivamente con
palabras sencillas y con la grandeza de una figura como las que
utiliza Marcel Proust (Paris, 1871-1922). Este poema -datado en 1984- es casi de los últimos que escribiera
Mons. Proaño   y responde a la inquietud de aquello que queda de la existencia
humana. Una respuesta que se ilumina con una imagen tomada de su experiencia pastoral (1954-1985), propia de aquellos que escuchan 
auténticamente al Espíritu creador de la vida. Se trata del gesto generoso de ofrecer un durazno, del árbol que había en la curia de
Riobamba, 
a quienes lo visitaba. Un árbol de durazno que fue cortado posteriormente, para en su lugar construir locales ¿comerciales?
¿Qué queda de la existencia humana? Todo aquello que ha inspirado el compartir con los demás. Lo que porta una semilla, como es la oferta amable y generosa del durazno, que siempre da fruto y se convierte en árbol
cuando es cultivada, porque puede también ser despiadadamente devorada o atrozmente
tirada a la perfidia. Una tragedia dramática cuando el fruto viene de la vida y
porta vida.

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