François Lyotard Vs. Alberto Campaña: Pídele a Dios suerte, que el saber de poco vale.

François Lyotard Vs. Alberto Campaña: Pídele a Dios suerte, que el saber de poco vale.

Los títulos superiores, en países como el Ecuador, no reflejan el aporte que tales sabios deben ofrecer a la sociedad; contrariamente, son ocasión para dudar para que sirve el saber. El consejo de un viejo carpintero enfoca el esoterismo que rige algunas sociedades; mientras, la figura de un filósofo post modernista ayuda a centrar el cambio de la sociedad en el acceso al conocimiento.

La frase «pídele a Dios suerte, que el saber de poco vale» la escuché pronunciar a un viejo tornero de la Tesalia Springs Company. Don Alberto Campaña, era aquel anciano y fue considerado como parte del inventario del taller de mantenimiento de la fábrica productora del agua mineral Güitig; entró como carpintero para hacer las jabas de madera y terminó siendo el patrón absoluto del torno. Se jubiló pocos antes de su muerte.

El viejo tornero repetía constantemente el dicho arriba anotado. Seguramente, era la conclusión que él experimentó en su larga existencia. La frase fija en la suerte el rol fundamental de la existencia de un ser humano. Seguramente, porque el saber en las sociedades despóticas no tiene oportunidad, pues las cabezas valorar según su gusto o su disgusto. Efectivamente, en esas sociedades y empresas más efectivo es la lambisconería y la sumisión que le saber.

El célebre filósofo francés, Jean-François Lyotard, propuso la consecución de sociedades más igualitarias y justas. Un deseo posible, gracias a la difusión del saber, mediante la introducción de los nuevos instrumentos de informática. Las computadoras de hecho, anunció Lyotard, permitirán al ser humano acceder libremente a la información; por tanto, esta no será el privilegio de unos pocos.

La propuesta de Lyotard no logra el resultado esperado. La mayoría de seres humanos, en las últimas décadas, tienen acceso a la información, pero, el saber no ha logrado cambiar las sociedades. El saber, contrariamente, es mercancía y quienes determinan su precio son quienes ocupan las instancias de dirección y de gobierno.

El mercado de las titulaciones no refleja, al menos en países como el Ecuador, la relación con el aporte social que representan tales títulos. Más bien, son ocasiones para dudar para que sirve el saber.

¿Es mejor la suerte al saber? Todavía, es costumbre esperar a las estrellas para que conduzcan el destino de los seres humanos. Igual que los artilugios alcancen el favor de los dioses, el consejo más oportuno.

El consejo de viejo Alberto Campaña («pídele a Dios suerte que el saber de poco vale») muestra la sociedad que hay que cambiar. La aplicación del saber a los casos concretos es una urgencia; aunque, no se puede infravalorar el pesado fardo de unas autoridades acostumbradas a explotar la ignorancia, la negligencia y la sumisión de sus súbditos.