La radio y sus fantasmas sin palabra

La radio y sus fantasmas sin palabra

A mediados del siglo pasado surgieron las radiodifusoras en los pueblos ecuatorianos. El establecimiento de estos medios de comunicación promovió a algunos individuos, sin la preparación ni las cualidades necesarias, a ser referentes de sus localidades. Esos tipos ejercieron su influencia en la política de las sociedades y se aprovecharon de las oportunidades, no solo para obtener ganancias económicas y de prestigio social sino para alcanzar incluso favores lascivos.

Los radiodifusores fueron personajes importantes en los pueblos ecuatorianos, explotaron la necesidad de los anuncios de sus coterráneos, la difusión del chisme lugareño, la acogida de las fiestas religiosas populares, la promoción de la reuniones sociales, los eventos deportivos, académicos y de aquellos para el beneficio común, todo como quienes jugaban a la gallina ciega.

La tecnología y los políticos interesados cerraron los medios y aquellos que se ocupaban de los mismos, quedaron para afrontar el desengaño de las ensoñación en la que vivieron. La magia de la radio convirtió a sujetos improvisados en personajes, pero sin la densidad intelectual y moral que aparentaban.

Pero, de la noche a la mañana, los individuos de la radio descubrieron que su palabra no era tan importante ni influyente para sus vecinos como ellos pensaban, sino vivieron en una burbuja, formada por las ganas de agradarles y granjearse su amistad para brindarles notoriedad y los beneficios de la propaganda.

Ahora, en algunos pueblos ecuatorianos, se ve vagabundear por la mañana, al mediodía y por tarde a esos personajes de la radio, con años encima y sin la resignación de haber perder el efímero encanto que les otorgó la propiedad y el uso de un medio de comunicación. Viven como fantasmas o almas en pena que vagan como otros espectros que igualmente no tuvieron palabra propia y solo sirvieron a un señor oscuro, desconocido.