
«Cúmplase la ley aunque se caiga el cielo»: remedio oportuno para la corrupción
Los ediles en algunos municipios ecuatorianos, para elegir al vicealcalde o a la vicealcaldesa, han violentado la ley que promueve la alternancia de género. Además, de ser una rémora del trabajo que debían emprender, es ocasión para observar cómo quieren usar o abusar de la ley. Cabe recordar aquella frase de Fernando el Católico, que preside algunos tribunales en USA, «Cúmplase la ley aunque el cielo se desplome».
El encargo de ejercer el poder en el Ecuador, como en el resto del mundo está supeditado al cumplimiento de la ley establecida. Obviamente, del mundo civilizado, donde prevalece una organización social que promueve y custodia la dignidad humana.
Lo contrario, la manipulación de la ley, establece estructuras de beneficio particular, muchas veces, a costa de los demás; estas deben ser evitadas y deben ser punible todo aquello que las promueve. Resulta, vergonzoso el aprovecharse del poder para usar la ley y lograr beneficios particulares o de grupo.
Si algo defiende la ley es el beneficio de todos, el bien común. No solo a los beneficiarios o a los privilegiados de ciertos grupos. Sería rídiculo que la ley custodie la explotación de los otros y absolutamente una injuria que permita la explotación de los más débiles y de los pobres.
Cuando una ley no promueve un bien común, esta se prostituye, convirtiéndose en instrumento de déspotas y pícaros; es la raíz de muchos males en la sociedad.
Sócrates -dicen- bebió la cicuta, pues era culpable de corromper a la juventud -de enseñarles a pensar- ; un pecado, una intransigencia a las leyes vigentes de ese tiempo que custodiaban el cumplimiento de las prácticas religiosas de los ciudadanos. La mayéutica enseña a la reflexión de los establecido, obviamente, contrario al precepto de la ciudad. Por tanto, Sócrates, que enseñaba tal práctica debía morir.
Los italianos tienen un dicho para referirse a la ley; ellos dicen, «¡que es necesario que exista!»Ciertamente, tema diverso es que la ley se cumpla.
Las organizaciones donde campea la corrupción deben buscar el cumplimiento de la ley, como una exigencia fundamental. Precisamente, se debe impedir la imposición de las voluntades subjetivas y caprichosas de los más aventajados. Igual, se debe precautelar que se impongan los más pillos o los más ambiciosos en desmedro de quienes no lo son como ellos o están pasando momentos difíciles.
Los corruptos tienen la máscara de aquellos que querrían que Sócrates desista de aceptar su castigo. O de esos italianos que construyen fachadas para hacer lo que les viene en gana.
Los ciudadanos del los pueblos de Ecuador deben establecer castigos para el abuso del poder y del manoseo de la ley. Para este último, como correctivo, hay que exponer a los culpables en alguna plaza pública, desnudarlos, azotarlos con una buena huasca, golpearlos con las ramas de ortiga negra y bañarlos en agua helada.
«Cúmplase la ley aunque el cielo se venga abajo», decía Fernando de Aragón, consorte de Isabel la Católica, bien conviene recordarlo; no solo para usar la ley en su aspecto coercitivo sino para crearla mediante la competente actitud filosófica que requiere, y que es muy escuálida en el Ecuador, especialmente en los pueblos.