… Rick Gekorki y Gaggi Massimo

El periódico Guardian presentó una nota, el 22 de octubre de este año, donde el autor, Rick Gekorki, lamenta de la falta de lectura de algunos libros, que llama clásicos, en las generaciones que le siguen. Por otro lado, Il Corriere della Sera reproducía, el 29 de septiembre, el artículo de Gaggi Massimo, sobre la estrategia comercial de una de las grandes industrias de venta de libros. Igualmente, el diario Leggo (www.leggo.it), de circulación gratita en Italia, en su edición del 21 de octubre del mismo año, comunicó la noticia de opción de la Lombardía de cambiar los textos de papel por computadores personales para cada alumno.
La respuesta a la pregunta ¿Por qué no se lee? parecería estar ligada a la existencia del libro en su forma de impresión sobre papel y a la presencia de bibliotecas con sus grandísimos estantes e infinitos catálogos. En mi opinión si existe tal nexo se requiere comprobarlo, igual que es indispensable la investigación sobre el asunto de la lectura en su integralidad: beneficios, preferencias, incentivos, etc.    
El capitalismo y sus hijuelos tiñen todos los mundos con los matices de consumo y de lucro, por ello Leonard Riggio se lamenta de que las personas no lean porque no lucran sus inversiones, mientras el reclamo de Rick Gekorki tienen acentos morales, aspectos que quedan en la trastienda desconocidos; por otro lado, las opciones de lectura están abiertas a nuevos soportes en la esta digital.
  
Ideas románticas aparte, la complejidad de los escritores y sobre todo la falta de verdaderos maestros en el arte de la lectura tendrán mucho que ver en este problema –si existe-.
El crecimiento demográfico igual que el acceso a los estudios, especialmente universitarios, debería incrementar los lectores y el consumo de los libros, pero para algunos en estos tiempos el analfabetismo está en avanzada. En mi opinión solo se lee lo que interesa y no se ha encontrado el motivo para leer los libros, llamados clásicos. Porque ¡no hay verdaderos maestros! No se puede encontrar con facilidad alguien que sepa lo que significa un libro, es igual que buscar en el mercado con Diógenes.
Hay que preguntarse, el rol en este problema de los que han leído esos libros –la generación que se queja- y establecer la imagen del lector (intelectual)  que han dado: sabelotodo, crítica en exceso, altanera y que minusvalora a quien no ha tenido la suerte se cultivar el arte de la lectura. Entonces ¿Para qué leer? ¿Para ser iguales a ellos? Es semejante, a esos viejos jerarcas eclesiásticos que ante el problema de la pedofilia y afines se lamentan y parecen acusar a las nuevas generaciones, sin darse cuenta que ellos son los antecesores y, de alguna manera, debieron ser los padres y maestros.
Dos cosas, quisiera aclarar: la primera, el mundo de la edición de libros es un negocio y cambian de manos, en algunos caso; la segunda, la cual no se puede confundir o reducir a la primera, la lectura provechosa de un buen libro impreso en gratito, oro o digital -yo prefiero la edición de papel, pero no podemos olvidar el problema ecológico de nuestro tiempo, que es heredado del tiempo de los viejos-.
Lo importante es el cultivo del arte de la lectura. Y aquí nos preguntamos, nuevamente: ¿Para qué? Para contestar bien a las cuestiones en un reality show de la tv; para obtener unas magníficas calificaciones en la escuela, colegio o universidad; para adquirir una cultura que garantice un buen trabajo y por lo tanto una buena paga; para mantener el mercado del libro… para ser un intelectual… ¿Supongo que habrá otras opciones? ¡Quizá ponga la mía después de un tiempo!
Fermín H. Sandoval

Deja un comentario