Plegaria de Niño de Leonidas Proaño

Puerta vieja de madera, con armella y cerrojo forjados. Pueblo andino

Lo
bueno y lo malo es determinado por un grupo humano; mas, tanto lo que se
considera bueno como malo refiere a un canon establecido; esto significa que
fue formulado en función de cuidar un beneficio que los miembros de un grupo
humano experimentaron como seguro.
 Pero,
para que aquello, considerado bueno o malo, se mantenga de una generación a
otra, se requiere que la generación sucesiva reconozca el beneficio custodiado,
para que sea aceptado y asumido por todos , y que se reelabore
 la formulación del canon; de lo contrario, sin
el reconocimiento del beneficio, sin asumirlo y reelaborar la formulación del
canon, este se convertiría en una cascara vacía, sin contenido, o peor aún con
un contenido ignoto y espurio, que lesiona a los miembros y al grupo, como un
huevo chulo que tienen al pollito no nacido en fase de descomposición. Esta
es la realidad de muchas tradiciones en los pueblos andinos e incluso, se puede
aseverar también dominante en los mandamientos pregonados por religiones provenientes
de los hebreos, que en el fondo están vacíos o dañados.
     
El
poema Plegaria de Niño (1929) es el
testimonio de una tradición del norte ecuatoriano; se trata de la descripción de
la costumbre de nochebuena en San Antonio de Ibarra, la parroquia de nacimiento
del futuro obispo de Riobamba. El autor de esta poesía comparte el modo
familiar de celebrar la navidad en su niñez, en la cual se resalta la
influencia de la madre en la formación  moral de la conciencia del hijo; obviamente,
la interpretación del “ser bueno o malo” queda abierta: ¿Qué cosa era ser
bueno? Así, también, se vislumbra la justificación , según esa época, de la muerte prematura de
los niños, los adolescentes y  los jóvenes.
 
La
cuarta parte, del poema Plegaria de Niño (editado
en 1984),  son unas líneas escritas después
de muchos años, en comparación con los tres partes precedentes, como se observa
por el uso del idioma, por el
estilo directo y por el crecimiento en la profundidad sugestiva de la
palabras.
Plegaria de Niño
I
Era
yo un niño balbuciente apenas…
Después
de acariciarme con tus besos
y
de decir ternezas a mi oído,
mi
madre me adurmió junto a su seno
y
llorando de gozo así me dijo
con
su más dulce y maternal acento:
“Va
a nacer el Niñito en esta noche,
va
a bajar a la tierra desde el cielo
y
tú vas a marcarle con tus brazos
un
momento no más, ¡feliz momento!
Cuando
el instante de esta dicha llegue
le
has de pedir con fe que te haga bueno,
que
si has de ser un malo en este mundo,
te
lleve junto a él más bien con tiempo”.
Dijo,
y su rostro se tornó muy triste,
y apretándome más contra su pecho
cual
si de un enemigo me escondiera
en
su regazo me adurmió materno.
II
Resonaban
las campanas
cuando
mi madre despertó mi sueño,
y
fuimos al Belén, cual los pastores,
humildes,
venturosos y contentos.
De
musgos, de bicundos y de cañas
una
gruta artificial había hecho,
y
allí José y María se encontraban
vestidos
pobremente de viajeros.
Una
mula y un buey, ambos de barro,
asomaban
la cabeza detrás de ellos;
custodiando
sus rebaños los pastores
dormitaban
descuidados a lo lejos
y
una bandada de ángeles alados
contemplaban
el sencillo nacimiento.
Cantó
por fin el sacerdote: “Gloria…”;
descorrióse
en la gruta un tenue velo,
 y entre pajas mezquinas recostado,
asomó
el Niño-Dios, ¡niñito tierno!
III
Tocábame
ya el turno… de rodillas
y
temblando esperé con gran respeto;
puso
el cura en mis manos el tesoro
y
temblando acerquéle hasta mi pecho.
¡Oh
momentos de cielo tan dichosos!
¡Quién
me diera trocarlos en eternos!
Yo
su rostro divino contemplaba;
mirábame
Jesús con dulce afecto!
Acordéme
al instante de mi madre,
elevé
el corazón hacia el cielo
y
voló la plegaria ya enseñada
por
el diáfano azul del firmamento.
IV
Yo
no sé por qué vivo todavía;
han
pasado los años y me encuentro
en
la edad, aunque bella, peligrosa:
¡Si
malo yo he de ser, aún es tiempo!
  Enero 3
de 1929.

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