Pasto, Agualongo, magia, magos e ilusiones de papel

Porta del libro Ilusiones de Papel. Rodando, rodando… de Clara Luz Zuñiga, Editorial Univeridad de Nariño, 2018.
La
ciudad de Pasto muestra que no es utopía ilusoria la fidelidad a los ideales,
pues  guarda aquel espíritu de Agualongo
de Cisneros e inspira las decisiones fuertes y valientes ante los aires que, de
cuando en cuando, se ocupan de obnubilar la razón y cercenar el coraje. Bien
vale venir a la capital de Nariño solo para contemplar la tumba de aquel hijo
ilustre y dejar la morriña, el hastío y la soñolencia, despertando la
responsabilidad personal en la construcción de las sociedades en las que se
nace, sin marginarse por medio de cualquier droga que lleva a experiencias
oclusivas que al final devoran la vida, dejando tirados los cuerpos y los
espíritus en el lecho desordenado, maloliente y enfermizo de algún basurero, o
excluirse de la historia porque se cree todo perdido e imposible; sin embargo,
el trascurrir del tiempo fluye permanente como 
las aguas de un río, como bien se ha dicho.
Estar
ante la tumba de Agualongo permite imaginarse que al caer la tarde de la propia
existencia no se debe sentir vergüenza en la presencia de quienes sí
mantuvieron encendida la llama del compromiso ante la problemática del acaecer
histórico, sin vender lo que debían querer, custodiar y promover; ni venderse a
un postor que siempre querrá comprar barato aquello que no tiene precio, para
revenderlo y prostituirlo, como han hecho algunos con la memoria del general
realista que enfrentó al ejército de Bolívar.
Ante
el devenir del tiempo, que no es solo un fluir de remansos sino, contrariamente,
se construye gracias a afrontar turbulencias, cascadas y remolinos, ¿qué hacen
los poetas? En esta sopa de mil nombres, de millares de condimentos, ¿qué
pretenden los poetas al escribir un libro? ¿Qué ejercicio es este de fijarse en
el deambular atolondrando, apresurado, apesadumbrado o el de perderse en el
mismo caos, para escribir un verso?  Y
peor aún, ¿qué se hará con tanto libro y con tanto verso?
Las
respuestas a estas cuestiones, como otras que involucran al ser humano, deben
ser concebidas en el marco de una antropología que incluya un elemento en
apariencia misterioso, fútil o ingenuo: la magia. Y es que el ser humano
necesita de los magos y de la magia. No se puede obviar que cada ser humano es
un mago capaz de trasformar lo efímero en eterno, lo intrascendente en
transcendental. Esta magia es propia de los poetas, ellos configuran y recitan
conjuros para despertar aquello que da brillo a las existencias, arrancando de
la oscuridad a los condenados yacentes ensimismados en sus miserias. Todo
aquello por lo que sienten envidia los dioses está en el campo de la magia. Hay
magos buenos y aquellos que se venden a las sombras; los primeros buscan esa
chispa de luz que existe en cada ser humano, mientras los otros tratan de
apagarla, apocarla, mutilarla o matarla; a estos magos tenebrosos solo les
interesa los cuerpos para convertirlos en zombis sin cerebro.
Los
magos y la magia actúan en todos los eones del ser humano; así, en cada época
se podría enlistar a los magos buenos y malos. Una época fuerte para los magos
buenos fue la Ilustración, en ella se invita a cada ser humano a “salir de su
menoría de edad”, según la clásica cita de Emmanuel Kant, exhortando a dejar
los falsos pedagogos, que se institucionalizan como hitos del bien y del mal, y
animarse a pensar por sí mismos y ser responsables de su destino.
Mas,
hay tardes en que los magos y la magia buena convocan; así, en la presentación
de un buen libro, como Ilusiones de Papel
(Editorial Universidad de Nariño, Pasto, 2018) de Clara Luz Zúñiga Ortega. En
medio del secular enfrentamiento entre el bien y el mal, que por un lado
muestra las pretensiones de quienes quieren mantener encadenados a los seres
humanos, convirtiéndolos en zombis mudos y sonrientes sirvientes, con rostros
de caballos de caricatura, o pretenden transformar a los hijos de la propia de
la tierra en cargadores de equipajes y de luchas ajenas; y, por otro lado,
quienes quieren más luz. Con Freud, el padre de la psicología, podemos
proclamar y agradecer aquella bienaventuranza para quienes buscan que la luz de
cada ser humano brille y exorcizan a quienes viven poseídos de los demonios. Ilusiones de Papel, Rodando con las
palabras… Rodando… Rodando…
es un libro que clama despertar y muestra
que no es imposible para el ser humano ser libre e iluminar.
Fermín
H. Sandoval ferminhomero@gmail.com

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