¡Para qué? de Leonidas Proaño

El paso del Inca. Volcán Rumiñahui. Cantón Mejía.

La
motivación, según algunos procedimientos del
coaching contemporáneo o de alguna teoría psicológica, es un engaño
impuesto por la voluntad; aquello, que realmente mueve a los sujetos, es el significado,
el “porqué” se hacen las cosas, como lo anunciaba Nietzsche, con una frase
semejante: “Si se tiene un ‘qué’ el ‘cómo’ se lo inventa”. El juego que Leonidas
Proaño realiza en
¡Para qué! usando
dos preguntas retóricas, en las cuales parecen justificar el inactivismo, pues
parecen acciones inútiles; lo mismo, se puede precisar de las posteriores
estrofas, a modo de consejos, para evitar la floración de emociones pues no
tendrían ningún sentido o serían incluso perjudiciales; mas toda la poesía se
convierte en la expresión, propia de la palabra poética: la sugerencia de
intentar comprender aquello que constituye la dignidad única a la que pueden los
seres humanos pueden aspirar y que fluye en el tiempo, preñándolo con una
promesa que lo trasciende.
   
¡Para que?
¿Para
qué con tanto encanto y perfumada
te
mostraste ayer no más, ¡oh bella flor!
si
mañana tu hermosura marchitada
se
ha de encontrar para siempre por el sol?
¿Para
qué, mariposa, tan inquieta
jugueteas
de aquí allá por el pensil,
cautivando
con tus gracias al poeta,
si
mañana por la tarde has de morir?
Si
tus lloros, tortolilla, y tus gemidos
a
tu amante conmover ya no podrán,
no
modules esos ayes tan sentidos,
tus
arrullos quejumbrosos deja ya.
Jilguerillo,
si tus trinos melodiosos
al
astuto cazador han de atraer;
guarda,
guanda en tu pecho aquellos trozos  
y
no cantes, jilguerillo, ¿papa qué?
Abril,
1930.

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