Música y lectores

La verdad que
mis gustos musicales, “no son refinados”. Sí, me gusta la música clásica de los
europeos (en sus formas históricas, incluso el gótico), el country de los
gringos no me va mal (con todos sus derivados y afines), pero prefiero los (mal
llamados) estilos exóticos (denominación, que deja entrever una grandísima
falta de respeto y la limitación mental de los “sabios” que las proponen. Pero
así es la vida: quien tiene el poder incluso pone el nombre al perro del vecino
y si tiene plata al vecino, y si tiene más plata cambiar de nombre al barrio… y
si es un déspota puede rebautizar de nuevo a la luna, pasar la noche con ella y
llamarla luego “puta”).
El otro día al
repasar la música de mi generación –gracias, que fue el rock latino- leí un
comentario, que recoge el sentimiento de un oyente que, al parecer, escuchaba
las propuestas musicales y además las comparar con las  nuevas
tendencias, decía (cito textualmente) como súplica al genio que inspira a Soda
Stereo: “Despierta. Sálvanos de este reggaetón de mierda”. Comentario que
suscribo sin ninguna observación, sino como una declaración clara y oportuna.
Me agrada
escribir en este estilo, que estoy seguro es el mío y estoy muy cómodo;
lógicamente, después de haberme despedido de mis lectores clásicos esos amigos
que querámoslo o no se convierte en “pequeños dioses que debemos portar en la
espalda” y que queriéndolo o no deciden que debemos escribir y como debemos
hacerlo. Pero yo, en este campo, soy como los antiguos cristianos prefiero que
me consideren ateo. Y como decía, me parece, Gandhi: “no puedo creer en un dios
que no puede bailar” pero esperemos que no sea reggaetón.

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