Mons. Proaño en el Concilio Vaticano II: Sobre los sacerdotes.

Mons. Leonidas Proaño interviene primeramente para anotar la deficiencias de un esquema y la necesidad de ofrecer un documento sobre los sacerdotes, que tomará el nombre de Presbiterorum Ordinis (1965), en el cual indica la importancia del protagonismo de los sacerdotes en la acción de la iglesia, que había sido marginada en pos de un acatamiento de la autoridad piramidal eclesiástica. El obispo de Riobamba sostiene la necesidad de centrarse en la “vida” del sacerdote, exigiendo determinar conceptualmente su especificación; esfuerzo que también pretenderá el concilio, sin éxito con respecto al fenómeno llamado “cultura”.

Comparto la mencionada intervención de Mons. Proaño, el texto es traducido del latín por Jesús Rivera Vásquez, en base al presentado por F. Gil Hellín:

Me preocupa que el Concilio Vaticano II no trate más ampliamente acerca del Presbiterio, en un capítulo especial de la Constitución acerca de la Iglesia (De Ecclesia), como se trata expresamente acerca de los Obispos, de los religiosos y de los laicos.

Por esta razón la doctrina teológica acerca de los presbíteros aparece dispersa en  muchos documentos y el tratado acerca del presbiterio parece abandonado en la penumbra. Y aún ahora, en el esquema que estamos trabajando, se exponen de modo indiscriminado y desordenado las normas acerca de la vida y el ministerio de los sacerdotes.

Por lo mismo, aunque el esquema contenga excelentes normas, sin embargo no tiene ni la luz ni la vida que deben informarlo.

En este sentido, permítaseme exponer algunas observaciones generales acerca de la estructura de este esquema.

1.- No solo es aceptable, sino laudable y necesario proponer algunas normas y exigencias “comunes a todos los que están revestidos del carácter sacerdotal”.  Pero, para que en la práctica adquieran sentido, unidad y vitalidad, se debe, en primer lugar, exponer en qué consiste la vida espiritual de los sacerdotes.  ¿Acaso consta esto en el esquema de la vida y ministerio sacerdotal?… ¿De qué vida se trata? … ¿de la vida material?… ¿de la vida social?… ¿de la vida cultural? Por supuesto. Pero, primero, de la vida espiritual, de la cual debe brotar la vida ministerial y a la cual se ordena la vida material, social y cultural.

Luego, primero debemos animar la vida y después elaborar las normas para la acción. En este sentido debe ser reestructurado el esquema.

2.- Pero no todos los sacerdotes llevan el mismo estilo de vida. Entre ellos hay unos sacerdotes con cura de almas, que necesitan atención especial y esperan principios y normas de vida y de acción; porque no llevan, ni pueden ni deben llevar vida monástica o cuasimonástica. Están en el mundo, pero no son del mundo, y deben estar siempre preparados, día y noche, para el servicio de las almas. Los sacerdotes con cura de almas y nosotros mismos los Obispos debemos cuidar con cuidado, con fortaleza y perseverancia la vida interior, sin la cual, nuestra actividad, aún llamándose apostólica, estará vacía y caminará al vacío. Pero el problema de mayor importancia es encontrar el difícil modo de vivir y actuar, de tal manera que ni la vida espiritual ni la actividad apostólica se deterioren. Es necesario un gran equilibrio. ¿Qué hacer para conseguirlo? ¿En qué parte del esquema se trata de una específica espiritualidad de los sacerdotes con cura de almas?

Hay, pues, que buscar y encontrar los fundamentos y señales específicas de la espiritualidad de estos sacerdotes y ponerlos en este esquema.

Es preciso al menos decir una palabra acerca de los demás sacerdotes conocidos como “equipos”, para fomentar el mecanismo más adecuado y sostener su vida espiritual y conseguir frutos importantes.

3.- A la luz de estos fundamentos, las normas serán más claras, mejor entendidas y tendrán auténtica vivencia, tanto en relación a la Iglesia universal, como a su propia diócesis, a su Obispo y a los mismos sacerdotes, a la fraternidad entre sí, al uso de los bienes temporales y a todos los fieles, especialmente a los laicos y al mundo actual.

¿No sería oportuno solicitar humildemente que ya no se concedan más, en adelante, por parte del Sumo Pontífice, títulos meramente honoríficos, para que se suprima esta causa de envidias y de divisiones entre sacerdotes?

4.- Los sacerdotes ejercen una función de tanta importancia en la edificación del Cuerpo de Cristo, que sin su concurso generoso, inteligente y sobrenatural, gran parte de la doctrina de este Concilio, no encontraría una aplicación práctica.

Se dice que corresponde a los teólogos exponer los principios del Concilio; a los obispos, discutir dichos principios y con el Sumo Pontífice, aprobarlos y después aplicarlos a la realidad concreta. Pero los Obispos, sin el concurso de los sacerdotes ¿qué haremos? En la práctica, los sacerdotes serán los operadores que pongan en práctica el Concilio. (¿Por qué, pues, en el esquema nada se dice de la misión del sacerdote en la aplicación de la doctrina del Concilio?

5.- El año pasado, con el aplauso de los Padres Conciliares, se habló del anuncio que se enviaría a los sacerdotes, para estimular su labor con frecuencia desconocida y sacrificada, sujeta a muchos peligros. Todavía tenemos tiempo y ocasiones propicias).

Finalmente, para concluir, permitidme, venerables Padres Conciliares, manifestaros mi grande gozo.

En el n. 6 del esquema, se recomienda: “instituir cursos de pastoral y centros de investigación de temas catequéticos, homiléticos, litúrgicos, sociológicos, etc.”. Os manifiesto, Padres, que el CELAM, Consejo Episcopal de América Latina, ha constituido diez servicios, entre ellos, el Instituto de Catequesis y últimamente, el Instituto de Pastoral, llamado “itinerante”, pensado para servir a todas las naciones de América Latina, a todos los sacerdotes, Religiosas y laicos que buscan actualización en la ciencia y arte pastoral. Y tiene el compromiso de  llevar a cabo similares cursos en Perú, en Colombia, en México, en América Central y en Bolivia.

Esto os comunico para que vosotros también os alegréis con nuestro gozo. He dicho.

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