Mercado de Otavalo una propuesto de “los honestos que son más”

Choque a la orilla del Lago San Pablo. Otavalo. Red Social, 2013

Leí un pequeño artículo de
auto-proclama de honestidad y más lisonjas (“los honestos somos más”),
precisamente –en los ardores de la polémica- por la aprobación del proyecto de
la construcción del nuevo mercado de Otavalo. Al autor del escrito habría que
recordarle que de las estrategia viles para aprobar proyectos, que deberían
prohibirse -porque perteneces al repertorio demagógico- está aquella que desvía
la atención de la ciudanía del objetivo central del proyecto -tema en el cual
debería centrarse el debate- y la focaliza solo en una disputa –incluso
encendiendo la bronca- de un punto marginal. No es mi afán quitarles las
aureolas de bondad a los señores (aureolas, que por otra parte, son concedidas
y pregonadas por ellos mismos). Considero respetable, el gusto por la ebriedad,
si en eso les hace “felices”, pero no pueden hacerlo perjudicando y con el
aplausos de los demás que desconocen de las entrañas de la problemática.

Entre las necesidades de
la ciudad de Otavalo (sin olvidar que “Otavalo es más un gran mercado”), según
el régimen de las planificación de obras, despunta la construcción de un nuevo
mercado. Entre, lo indispensable que deben ofrecer los encargados del gobierno
(mandados) a los ciudadanos (mandantes) para que estos tengan una participación
efectiva y propositiva, podrían ser los siguientes puntos:

Los porqués de
la trasformación del mercado actual que le han convertido en un problema.

Si fuera una
necesidad real, cuales serian las soluciones viables y cuales los posibles
efectos de optar por tal o cual solución.

Entre esas
soluciones se encontraría la construcción de una nueva infraestructura (que
para Otavalo es casi como la construcción de un nuevo Otavalo), como debería
ser esta.

Al tratarse de
una obra importantísima, que requiere mucho dinero y que afecta a toda la
población del cantón (además, por la fama de Otavalo, también implica a quienes
desempeñan trabajos en el turismo y en el patrimonio tangible e intangible) necesita la valoración de la mayor parte de implicados, estos a su vez
necesitan establecer criterios de juicio para la valoración de cualquier
proyecto de solución del problema.

Sobra decir,
que no se puede optar solo teniendo un solo proyecto y que se debería convocar
a concurso para tener más de una posibilidad. Concurso al cual la población y
los implicados tenga acceso, para expresar su opinión y consenso, siempre en
base a los criterios establecidos: identidad, costo, seguridad, accesibilidad
(incluso para los ancianos), respeto al medio ambiente, conservación y
afectación al patrimonio material e inteligible…

La democracia -no hay que
cansarse ni de repetir ni de meditar- “no es la tiranía de la mayoría”. El
establecimiento de las leyes -según el espíritu que las inspira- es lo
importante del sistema. Al parecer el concepto de corrupción, como todas los
conceptos “honestidad”, “justicia”, “honradez”…, depende de la subjetividad o
de la borrachera compartida. Por esto hay que preguntar siempre que significan
los conceptos para quienes los usan, pues muchos que se pregonan “incorruptos”,
“dignos”, “de manos limpias”… son parte de estrategias astutas para camuflar
intereses. No hacer  un proceso semejante al arriba indicado, en el
cacareado problema del nuevo mercado de Otavalo, y solo centrarse en la
polémica es una pista para encontrar 
en el torrente sanguíneo de esos “honestos”  alguna cosa percudida.

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