Los políticos que faltan en el Ecuador

El Corrierre della Sera publica en estos días para toda Italia una pequeña colección que titula “los clásicos del pensamiento libre” y añade en el subtítulo “libros que han cambiado el mundo”, en principio eran quince entregas pero en total sumaran veinticinco, cuando termine, con un costo de un euro cada una. La empresa editorial propone, entre otros, las obras célebres de Jean-Jacques Rousseau, John Milton, John Stuart Mill, Cesare Beccaria, Erasmo de Rotterdam, Henry David Thoreau, Marx Weber, Blaise Pascal, Mary Wollstonecraft, Adam Smith, Martin Luther King, Jhon F. Kennedy, Yitzhak Rabin, Yassir Arafat, Nelson Mandela, Salvador Ayende, Mohandas K. Gandhi… Sería interesante que un periódico del Ecuador presente también una iniciativa similar con las mismas obras. Pues, sería un favor a la democracia de nuestro país que parece patológicamente habituada a estar siempre mantillas.
 
La crítica a las leyes y al sistema jurídico en el Ecuador tiene su sobrada justificación en algunos hechos que claman al cielo, incluso en la mofa a la dignidad de los ciudadanos que se encuentra también en algunos hechos. Esto es debido –en mi opinión- a la ausencia en el campo político de hombres y mujeres comprometidas con principios propiamente políticos, pues no se puede trabajar políticamente sin adoptar unos principios políticos. Una mentira es la existencia de “políticos” cuyos principios son los “grandes intereses de la comunidad (de la patria o del pueblo)”. Un político representa un electorado, representa unos intereses, y no puede representar a todos los intereses, pues, como es conocido, existen tensiones entre unos intereses con otros; precisamente, los Parlamentos son las instancias donde cada interés es representado y el apoyo no es comprometido por un juego de votos, sino con la argumentación capaz de demostrar el servicio que prestan los intereses representados en una situación concreta.
Admiro a los políticos comprometidos en el Ecuador (la lista no es larga, está abierta y no están todas las vacas sagradas porque la mayoría de estas se encuentra en otra lista, cuyo nombre no quiero mencionar). Lógicamente, no se puede dejar de mencionar el empeño y la responsabilidad en este sentido de las instituciones de educación pública y privada (colegios, escuelas, universidades) donde esperamos que el tema tenga igual importancia que enseñar a “tirar piedras” o bailar reggaetón, como muestra, en la actualidad, alguna página en el Facebook.

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