Los inicios de una aventura fascinante



Intentar una posible interpretación del significado de una acción o de una actitud que tenga como agente o paciente a un ser humano, requiere como primera instancia dudar de cualquier apología de parte del sujeto implicado o de sus allegados, peor todavía si la apología es explicitativa o tiene la intención de proponer una versión publicitaria de cara a posibles detractores, benefactores o clientes.


El significado de la acción permanece incluso escondido para el propio ser humano, que la padece o la realiza. No es de extrañar la fuerza especial de tratamientos terapéuticos –actuales- centrados en la palabra y en la reflexión (psicoanálisis, logoterapia, etc.).  La madurez que alcanza el ser humano está vinculada con la capacidad del uso efectivo de su voluntad; esto es, la gestión consciente (resultado de la reflexión) de los diferentes factores endógenos y exógenos que constriñen u obligan a realizar acciones y comportamientos de una determinada manera. Los comportamientos y las acciones que generalmente realiza un ser humano sin la reflexión determinada, son resultado de la respuesta espontánea, igual que resulta el accionar de una máquina programada por un sofware (un autómata). Un proceso educativo tiene como finalidad fundamental la preservación y la promoción del ser humano del cautiverio del mundo de significados (su cultura) al que pertenece, además de los diferentes factores que configuraron la conciencia del individuo e incluso de aquellas enseñanzas introducidas en el sujeto por las instituciones académicas.

Afrontar un problema de interpretación del significado de las acciones requiere determinar desde sus raíces y, precisamente, desde esos orígenes asumirlo de tal manera que no sea una expresión ciega de fuerzas despóticas y desconocidas, sino el resultado y la expresión de un ser humano que se esfuerza por alcanzar su dignidad y conservarla.


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