Los dos públicos de Las Ventas

No sé como se
fijó en la pared de mi deseo y de mi cabeza una nota, que hacía imprescindible
visitar la capital de los españoles en el mes de mayo. Exigencia, quizá debida
a la influencia del simpático y profundo estudio de C. Geertz sobre la pelea
de gallos
o de la relectura de Los Vagabundos de  J. Kerouac o
de la fama de Heminway o de la conversación con los amigos. Por lo que haya
sido, llegué a Madrid para participar en tres corridas –las que prometía
ser las mejores- de la Feria de San Isidro 2012, y lo primero en cautivar mi
atención en Las Ventas (la histórica plaza, que según los
entendidos, es una de las más difíciles del mundo taurino) es el hecho de los dos 
públicos que alberga, claramente identificados: el de los curiosos (en la mayoría
turistas) y aquel otro, el que forma parte de la corrida, el de los
aficionados.
El primer
público llega a la plaza de toros –tal vez – seducido y convencido por el marketing
o por la genuina curiosidad que provoca el singular evento. Este público, con
relación a lo que sucede en la arena taurina, tendrá un
concepto disperso y vago, en el mejor de los casos, o quizá -y
por desgracia- se encuentre contaminado por los prejuicios
«anti». Este primer publico tendría como reto interesarse por
encontrar el significa de la corrida y no contentarse con imaginar que está
delate de un espectáculo (como si fuera una atracción circense), o de un
deporte (como si se tratara de un partido de fútbol), o de un arte (como puede
ser la puesta en escena de una coreografía), o de una pelea (como es el brutal
recurso a los golpes para imponer un criterio), o de un juego (como si se
tratara de evitar el aburrimiento)… o de sacar a la luz el acto secreto que
hace el carnicero para saciar el hambre de sus conciudadanos…
El otro
público, que puede entrar a la plaza armado de dos pañuelos -uno blanco para
exigir el premio y otro verde parra expresar su descontento-, es el que
conversa con el torero, con la autoridad, con los picadores, con los ganaderos…
es el que entiende al toro… y es el que sabe que cosa es la tauromaquia. Este
publico tiene un ritual establecido desde la salida del toro a la arena hasta
que este deja su rastro; este ritual está lleno de silencios, aplausos,
abucheos, pitos, reclamos… es un aspecto importante que conviene no
desestimar.
Lo normal y
humano, en el caso de asistir a una corrida de toros, vendría a ser el sucintar
un sincero deseo de aprender, pues como todo en los seres humanos (“ninguno
nace sabiendo”) se requiere una amplitud de observación, considerar todas la
perspectivas posibles, para adoptar con conciencia un criterio (libertad) y no
frenarse en uno o pocos prejuicios.

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