La tumba de Borges en Ginebra
17 enero, 2012

Tumba de J. L. Borges, Cementerio de los Reyes, Ginebra, 2012.

Tumba de J. L. Borges, Cementerio de los Reyes, Ginebra, 2012.
Las suelas de mis zapatos quedaron llenas de fango después de recorrer el
Cementerio de los Reyes de Ginebra, un lugar descuidado. El mentado cementerio
está vecino al centro de la vieja ciudad europea, es un terreno con algunos árboles,
tiene un césped crecido en retazos de formas caprichosas, que dejan
muchos espacios a otras hierbas e incluso puestos donde la tierra está desnuda.
Internamente, el cementerio se divide en bloques cuadriformes con límites visibles
del trazo; esas pequeñas cuadras están separadas entre sí por unas callejuelas
en cuyas calzadas albergan piedras blancas y alguna depresión no profunda pero
perceptible. A distancias irregulares, seguramente por mérito a la norma, se
hallan distribuidas las tumbas, que se reconocen por sus lápidas, cada una numerada
con un criterio que no fui capaz de entender.
Cementerio de los Reyes de Ginebra, un lugar descuidado. El mentado cementerio
está vecino al centro de la vieja ciudad europea, es un terreno con algunos árboles,
tiene un césped crecido en retazos de formas caprichosas, que dejan
muchos espacios a otras hierbas e incluso puestos donde la tierra está desnuda.
Internamente, el cementerio se divide en bloques cuadriformes con límites visibles
del trazo; esas pequeñas cuadras están separadas entre sí por unas callejuelas
en cuyas calzadas albergan piedras blancas y alguna depresión no profunda pero
perceptible. A distancias irregulares, seguramente por mérito a la norma, se
hallan distribuidas las tumbas, que se reconocen por sus lápidas, cada una numerada
con un criterio que no fui capaz de entender.
Mi interés por llegar a Ginebra y al Cementerio de los Reyes, motivado por
encontrar la tumba de Jorge Luis Borges, se confundió con la curiosidad por
patear las calles de aquella ciudad de la cual el poeta argentino escribió: “de
todas las villas del mundo, de todos las patrias íntimas que un hombre busca o
merece durante el curso de sus viajes, Ginebra parece la más propicia para vivir
bien”. El autor de Ficciones –el primer libro que yo leí del celebrado
Borges- residió en el número 28 de la Gran Vía, en el casco antiguo de la
ciudad marcada por Calvino y por el calvinismo, pero la placa conmemorativa no
se encuentra fijada en ese número sino en el saliente esquinero de una casa
vecina, casi como un pegote.
encontrar la tumba de Jorge Luis Borges, se confundió con la curiosidad por
patear las calles de aquella ciudad de la cual el poeta argentino escribió: “de
todas las villas del mundo, de todos las patrias íntimas que un hombre busca o
merece durante el curso de sus viajes, Ginebra parece la más propicia para vivir
bien”. El autor de Ficciones –el primer libro que yo leí del celebrado
Borges- residió en el número 28 de la Gran Vía, en el casco antiguo de la
ciudad marcada por Calvino y por el calvinismo, pero la placa conmemorativa no
se encuentra fijada en ese número sino en el saliente esquinero de una casa
vecina, casi como un pegote.
Al principio, con mi escasa comprensión del francés, confundí el nombre del
cementerio: en vez “de los reyes” dije “de los ricos” y esa fue la pregunta que
hizo un amigo, que fungía de guía, a un transeúnte suizo, quien respondió: “los
suizos somos ricos pero simples, el cementerio se llama ‘de los Reyes’, porque
allí reposan sepultos los cuerpos de quienes contribuyeron al adelantamiento de
la ciudad”.
cementerio: en vez “de los reyes” dije “de los ricos” y esa fue la pregunta que
hizo un amigo, que fungía de guía, a un transeúnte suizo, quien respondió: “los
suizos somos ricos pero simples, el cementerio se llama ‘de los Reyes’, porque
allí reposan sepultos los cuerpos de quienes contribuyeron al adelantamiento de
la ciudad”.
Regresé al tren después de reconocer y apoyarme en la piedra que señala el
puesto 735, correspondiente a Borges, de leer una nota que estaba junto a dos
rosas mustias dentro de una botella de refresco y cumplir con la promesa de
recitar uno de los versos apócrifos del argentino (Instantes) y, entre mí,
de agradecer la exégesis realizada por este hombre, tildado como agnóstico o
ateo, pero que, sin duda, conoció de qué estamos hechos los seres humanos:
“Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto…”.
puesto 735, correspondiente a Borges, de leer una nota que estaba junto a dos
rosas mustias dentro de una botella de refresco y cumplir con la promesa de
recitar uno de los versos apócrifos del argentino (Instantes) y, entre mí,
de agradecer la exégesis realizada por este hombre, tildado como agnóstico o
ateo, pero que, sin duda, conoció de qué estamos hechos los seres humanos:
“Desdichado el que llora, porque ya tiene el hábito miserable del llanto…”.
Lógicamente, no comparto esa “simplicidad” del
cementerio de los Reyes de Ginebra, aunque comprendo que el mismo Calvino,
ciudadano y protagonista ilustre de la Villa, haya decidido no tener tumba para
no ser celebrado como fetiche -tampoco le hacía mucha falta tenerla-. Ahí está
el cuerpo de Borges, donde quiso quedarse, al menos será de los pocos o quizá
el único en ese cementerio que recibe rosas y visitas.
cementerio de los Reyes de Ginebra, aunque comprendo que el mismo Calvino,
ciudadano y protagonista ilustre de la Villa, haya decidido no tener tumba para
no ser celebrado como fetiche -tampoco le hacía mucha falta tenerla-. Ahí está
el cuerpo de Borges, donde quiso quedarse, al menos será de los pocos o quizá
el único en ese cementerio que recibe rosas y visitas.
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