¿La soberanía alimentaria incluye el café?


No
podemos dejar de meditar. Según los datos
de importación y de exportación de los productos agrícolas ecuatorianos. Vendemos la misma cantidad de café que
compramos. Solo que vendemos un café de primera calidad y compramos (y bebemos)
un café que (se podría decir) es el desecho. ¿Que sucede?
En
absoluto se podría afirmar, que los caficultores, en el Ecuador, tengan los
bolsillos repletos de la platita, que son adinerados gracias al cultivo y a la
venta de los granos de café; todo lo contrario, los agricultores dedicados al
café tienen problemas para cultivar el grano (porque, por una parte, no saben
de las tecnologías apropiadas y, por otra, desconocen en si mismo que cosa
significa la calidad del café –sabor, aroma, etc.-). Lo que sí es clarísimo y
salta delante de los ojos, como los sapos en invierno o como los desaparecidos “jambatos”,
son los anuncios comerciales del café, un producto –según los mentados
anuncios- necesario y obligatorio para todos los días. Así, los ecuatorianos compremos
café (especialmente café soluble) en los supermercados y hasta en las tiendas
de las esquinas en bolsitas económicas; lógicamente, se trata de un café
envasado con unas rimbombantes etiquetas de las empresas multinacionales,
dedicadas a los negocios del café en todo el mundo, que lo fabrican.
Vender
el mejor café para comprar (de otro país) el rechazo, no parece acorde con el
sonado principio constitucional de Montecristi, de la soberanía alimentaria.
Lógicamente, será un buen negocio para alguno –¿quién? A lo mejor el
partner
nacional de una multinacional- no para el ecuatoriano, pero como este no piensa
y no se da cuenta. El gobierno, por su parte, como decía la abuela: “adiós muy
buenas” –y ahora puedo aumentar- “la revolución ciudadana avanza” –que también
son palabras de una abuela. ¡Es dura la realidad como amargo es el punto de
tueste del buen café!.

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