La sepultura de un profeta (Carlo María Martini)


 Aquella
tarde,
el
cirio pascual lucía un flama hermosa… brillante,
aunque
era pequeña y solitaria,
entre
las luminarias y reflectores encendidos,
vitrales
coloridos… y puertas abiertas de par en par.
La tarde
–al principio- nublosa: llovía.
El
espacio de la catedral repleto de alientos diversos,
los
cuerpos sentados, silentes… orantes.
Los
hablantes, maquillados, se confundía con la tonada,
una
música espesa, vieja, lánguida, melancólica…
artificial…
casi muerta o peor que muerta,
como
esas “palabras” dichas escondiendo la cara,
heladas…
engendros… espectros… migrañas.
Mas
el silencio acogía cada latido atónito,
el
silencio brillaba también como la flama…
Sí,
desde ahora, te encontraremos en el Silencio,
en
la alegría de la pequeña llama también sentiremos tu voz.


Deja un comentario