La sangre hierve…

El intervenir en política se ha establecido en el imaginario
colectivo, por desgracia, como entrar en un juego sucio, para lo cual se
requiere aprender de las malas artes afines al efectivo aprovechamiento: la
zalamería para agradar a todos y ser complaciente en lo que pidan; la traición
a los amigos –si en ese ambiente se pueden llamar así-; el engaño a los
ingenuos, especialmente a los pobres y a quienes no conocen de las
triquiñuelas; el aprovechar de la mínima de las debilidades o de los encádalos
de los adversarios; establecer una imagen que en apariencia pueda satisfacer la
expectativas de los espectadores (el pueblo)…
Por otro lado y no hay duda posible que para ser dueños del destino
–en lo posible- (que significa habitar en un lugar), resulta fundamental y
necesario entrar en el juego político, mas cuando se toma en serio este
requerimiento un conflicto gordo brinca a los ojos: ¿Cómo entrar y no ser parte
de la ralea indecorosa que desfigura el rostro de la política?
Uno de los elementales filones del bien común (Sumak Kausay) de cualquiera gobierno es precisamente la promoción
de principios y técnicas políticas que propongan con claridad las intenciones
de los participantes, que además sean capaces de convocar y configurar grupos
(los llamados partidos políticos). Hace hervir la sangre descubrir “proyectos
de gobierno” que se olvidan de la responsabilidad de la formación ciudadana o
que utilizan este nombre para adjuntarse secuaces a base de lavado de cabeza,
como hacen las sectas religiosas.
Este es uno de los puntos débiles, también del gobierno Rafael Correa
-en el Ecuador- quizá el más grave en la propuesta renovadora de la Revolución
Ciudadana –desde mi perspectiva-. Sin el afán de formar verdaderos ciudadanos
(libres) todos los beneficios implementados –algunos no cabe duda que tienen
buen sesgo- solo tienen el significado del “paternalismo”. Es luminoso, para el
fin que denuncio, observar la oposición que tiene el gobierno de Correa (a la
cual los lambiscones dirán adheridnos –equivocadamente, por supuesto-). Una
oposición que da vergüenza, por eso sería importante establecer –en primera
instancia como rol encomendado- una oposición que no este representada por
desertores o fracasados (¿?) sino con la seriedad de lo que sería, por ejemplo,
el liberalismo, con programas de gobierno alternativos no con esa basura de
camuflados intereses de unos cuantos bribones. 

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