La lágrima de resignación de Mons. Proaño

Invierno andino. Rumiñahui

Uno
de los defectos de quien lee poesía y de quien la escribe es no separar el
contenido del tema de la obra de la vida personal del autor; incluso,  hay quienes sostienen que la esencia de la poesía
es el compartir las precisamente las emociones y los sentimientos; mas el
trabajo de la elaboración poética consiste es aplicarse a un tema concreto y
desarrollarlo, mediante el uso de las figuras literarias sin contaminarlas con
los propios sentimientos e ideologías.
Los
pesares están presentes en la literatura popular ecuatoriana,  son como el peso que cada ecuatoriano carga en
sus espaldas, como su destino; no en vano, la resignación es uno de los
consejos mejor ofrecidos. La respuesta a las situaciones complejas, en la
cuales se impone la injusticia y sobresale la impotencia de los perjudicados,
es la conformidad con las situaciones de miseria y de mezquindad.
Así,
también, sobresalen los pesares y la resignación en una poesía de juventud de
Leonidas Proaño, dejando un sabor de reto ante aquello que parece amargo e
inquebrantable:
Una lágrima de resignación
Me
acosan graves pesares,
Dios
mío…
Tan
fuertes penas me acosan,
¡alivio!…
De
sufrimientos me veo
transido;
desde
mi cuna han estado
conmigo.
Con
ellos desde mi infancia
he
sido,
ni
que un instante se aparten
consigo.
Mas
no por eso he de verme
caído,
más
fuertes son los ideales
que
abrigo.
Nunca
ha de exhalar mi boca
suspiros,
mi
vivir aun cuando
sea
mezquino.
He
de vivir soportando
martirios,
hasta
sentir de la muerte
el
frío.
Acósame,
¡oh sufrimiento!
te
pido,
que
he de poder soportarte
confío.
Enero
2 de 1928

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