Justicia indígena, injusticia, ajusticiamiento, mala educación

Cuenta Fabricio Rosero Vaca que diez periodistas fueron apedreados en la comunidad indígena del Topo, Otavalo, mientras cubrían la información de un “ajusticiamiento” por parte de los comuneros a unos imputados delincuentes. Al respecto comentan, en el sitio de Facebook, unos estudiantes sobre el peligro que corren los profesionales de la información al recabar los datos pertinentes y también lo desagradable del tormento infringido (la ortiga, los latigazos y el agua fría).
Truman Capote central todo el argumento  de su magistral obra en el sentido inhumano de la ejecución de los hechos no solo de los criminales sino de también de los “justicieros”, quizá por ello el libro se llama A sangre fría. La justicia, uno de como tantos conceptos muy nombrados pero increíblemente desconocido, se cierne en la nebulosa. Por ejemplo ¿Qué cosa entiende por justicia los sobra mencionados ajusticiadores de Topo? O ¿Qué entiende por justicia un juez consiente? ¿Qué cosa se entiende por justicia? Podría ser que me responda como en avalancha estremecedora y estridente un coro amaestrado del zoológico universitario con el concepto apenas memorizado que reproduce la fórmula elaborada por los bienintencionados como malentendedores de las obras de Aristóteles y de la escolástica medieval.
Me gusta leer al gordo Tomás de Aquino, quien como referencia última de sus propuestas las fija en la Teología, que es su campo, y habla de “la justicia como aquella fuerza que permite a un dinamismo su operación”, idea bastante lejana a la miserable idea que porta el término “ajusticiamiento” (en estricto sentido la ejecución letal del delincuente, término del cual deriva la aplicación del castigo o pena correctiva) que podría andar incluso bien acompañado de “a sangre fría”. El carácter social de la justicia permite entrever que la definición del concepto requiere de la relación operativa entre partes diversas de un todo y de la idea general que las unifique, “no solo el de dar a cada uno lo suyo” (patrimonio filosófico sesgado y  establecido por los filósofos y aceptado por los jurisconsultos), sino el de crear la conciencia del rol social en el desempeño personal dentro de la vida de la comunidad.
Seguro, que algún enseñante querrá recoger cualquier piedra para aventármela, como los comuneros de Topo a los diez periodistas,  según cuenta Fabricio Rosero Vaca, pero es necesario puntualizar oportunamente e incluso inoportunamente que el campo educativo es el quicio de la libertad y de la justicia. Lo que acontece en las comunidades indígenas no es diverso de lo que ocurre con cualquier despotismo donde se impone la fuerza.

Deja un comentario