¿Julio Parrilla otro desproañizador más?

Una puerta al intemperie
La sede de Obispo
de Riobamba tendrá siempre el nombre de Mons. Leonidas Proaño. Aquel
visionario, nacido del pueblo en San Antonio de Ibarra, que reconoció aquel
pecado que anida en los tuétanos de las sociedades ecuatorianas y que fue incubado
por la carencia de reflexión en el acontecimiento de la fe:  los católicos (europeos) habían sometido al
pueblo –a los más pobres- a la miseria, sin tener ningún sentimiento de culpa o
vergüenza, es más, para ellos aquella obra infame fue una auténtica
evangelización.
Algunos escritos
de Julio Parrilla se pueden leer en un periódico. Los cuales -en lo personal-
siempre han despertado la inquietud ¿cómo este hombre puede escribir sin
aportar nada ni en el condumio ni en la forma?, pero, eso es otro problema; sin
embargo, para algunos, Parrilla es un especialista en temas ecuatorianos, como
tantos otros que aterrizan en nuestro suelo patrio; obviamente, que no se le podría
achacar, a Julio Parrilla, el desconocimiento de la figura de Leonidas Proaño
ni de su obra, aunque me puedo equivocar, pues de no ser así, el retirar el
mural del Pérez Esquivel de la catedral de Riobamba, puede revelarlo como unos
de esos personajillos que se esconden con una intención socapada para acertar
una puñalada trapera con certera precisión.
El verbo “desproañizar”
se configuró casi antes del descenso del pastor más importante que ha tenido la
Iglesia católica en el Ecuador de los últimos tiempos, y este término (“desproañizar”)
se convirtió en el pendón batallero para algunos, quienes por envidia o por
otro motivo, intentan tapar el sol con un dedo, el rol propio que debe
desempeñar la Iglesia en el Ecuador: Conseguir que cada bautizado, a partir de
reconocer su identidad (de su cultura) tenga su propia palabra, para decirlo
con palabras de mama Juanita Males, “camine con sus propios pies y piense con
su propia cabeza”. Se explica el porque Parrilla quitó el mural de Pérez
Esquivel de la catedral de Riobamba, la sede de Mons. Leonidas Proaño. No hace
falta mucha elucubración. ¡Escribamos a Roma!

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