El problema de la familia y el próximo sínodo extraordinario

 
Apertura de una puerta en una pared. Moscú, 2014
En octubre se
reunirán en Roma los sabios obispos para tratar el problema de la familia o,
por lo menos, intentar comprenderlo. Pero, el pedido efectuado por el Papa
Francisco, por claro que ha sido, parece no haberse entendido.

El Papa pedía
un trabajo de conocimiento de la familia concreta, mejor dicho de reconocimiento
de la familia de cada lugar. Mientras, algunos se han esmerado en fundamentar
las teorías (ya conocidas) sobre la familia, donde en las cuales chorean los
fundamentalísimos, los esfuerzos de encontrar las esencialidades ontológicos
trascendentales de una antropología que debe regir –según ellos- para todos los
hombres de todos las tierras incluso de todos los tiempos.

Para colmo
los primeros en hablar, como siempre, serán los europeos. Unos intelectuales que
provienen de pueblos en los cuales las tasas de natalidad son bajísimas;
escasísimo el conocimiento consciente, sea de los principios religiosos sea de
las tradiciones culturales a las que pertenecen o debería pertenecer los
individuos; y la nefasta reducción que los sabios han hecho de la Fe cristiana
al no salirse de los parámetros establecidos.

Pero, entre
otros pecados de las sociedades occidentales o de las sociedades contagiadas
por la «ese occidentalismo» se debe purgar para devolver a la familia
su protagonismo (redimensionando el ministerio eclesiástica y de los
eclesiásticos a su finalidad propia de «servicio» no de suplantación
sea en el plano educativo, de catecismo, laboral, político, etc.). Aunque, lo
principal es puntualizar el rol que se concede a la palabra, particularmente al
valor de la palabra del cual penden todos compromisos verdaderamente humanos.

La falta de
valor de la palabra es el quicio –en mi opinión- de la crisis de algunas
sociedades (de la familia), especialmente las dichas “desarrollada”
(post-humanas), un aspecto ya señalado por M. Heidegger y presentado en el
Magisterio del Grande Pablo VI, mas recemos para que no sean marginados como ha
estado marginado la auténtica vida de fe de la América Latina, que según los más
benévolos no ha encontrado los conceptos apropiados.

 

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