El pan de leche de Machachi

Pan de leche. Machachi, Ecuador, 2013
Un
horno de leña, en si mismo, es una boca que cuenta historias, que alimenta y se
concentra en conjugar y fundir sabores para se sean desatados en un solo
bocado.
En
Machachi queda, todavía, un horno de leña que, con llamas y ascuas, se deja
calentar las entrañas semanalmente. Un calor que cocina y dora las masas
caprichosas que apenas se mantiene compactas; pues, la harina del maíz amasada
con aguasal es absolutamente quebradiza; delicadeza y suavidad que crecen por
el efecto de las claras de huevos, de la leche, de la levadura y del queso
maduro diseminado en trocitos mínimos y abundantes. El horno pinta el pan de
leche con tonos que van del amarillo tierno al marrón más oscuro, pero que deja
sonreír al blanco y al verde del condumio que corona cada uno de los puñados de masa
dispuestos en escuadras sobre el haz sedoso y brillante de las latas.
Se
dice, con sobrada razón, que las flores desafían la dureza y la amargura de la
tierra porque cada flor anuncia, con su delicada belleza, la esperanza; así,
también debemos decir y agradecer la dedicación de quienes no dejan que termine
de aplastarnos la rueda pesada y demoledora de los automatismos; gracias a esas manos
el horno se caliente, todavía, la harina se conjuga y cada pan se ofrece como
una irrepetible obra maestra.
Un
pan de leche se combina bien con café negro o con leche o simplemente como
golosina o matahambre. En Machachi, la tradición de pan de leche esta ligado a
las familias y se lo puede gustar todos los martes, después de las horas del
almuerzo, en un local antiguo, una casa que tendrá casi cien años, ubicada en
la calle Bolívar, entre las calles Antonio Barriga y 10 de Agosto. Este pan de
leche es exquisito, una joya que se puede adquirir y degustar por solo 20
centavitos. ¿No es un milagro?

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