El olvido de los fines escatológicos: la gangrena del clericalismo
27 marzo, 2019
Entre las multitud de raros y díscolos comportamientos, que habría que analizar y catalogar entre la vida de los clérigos de la iglesia de tradición latina, la normalidad es el celibato, cuyo fundamento se arraiga en la promesa escatológica de la vida eterna, la cual convierte a cada eclesiástico en testigo de aquella promesa. Mas, la carencia de reflexión teológica contemporánea y la pesante influencia de los presupuestos gnoseológicos de la teorías antiguas, someten a los individuos que optan por el estado de clérigos, al aceptar, en base a las teorías, que he denominado, perversión y estigma, a esforzarse en el camino aséptico para lograr el control de sus instintos básicos de conservación (eros y tánatos) que le somete, como diría Arthur Schopenhauer, “a ser un siervo de la especie”. Pero, es importante considerar que el ser humano se define en función del fenómeno de la conciencia, que es irreducible a la biología y si ya en las especies animales el uso de la sexualidad no es únicamente para la reproducción sino, como en el caso de los perros (canis lupus familiaris), es para mostrar su predominio sobre los demás; en los seres humanos, todas sus actividades son significativas y esta es la clave.
¿Qué significa la acción realizada para el agente en los abusos sexuales a menores de parte de algunos clérigos? Seguro hay tantas respuestas como tantos actores, mas en lo que habría que enfocarse, al tratarse del abuso sexual a menores, es en el factor común que permite la realización de tales actos, esto es: el ejercicio del poder y de la autoridad, quienes (clérigos) lo ejercen estarían por encima de los demás y de los reglamentos mismos, contrariamente al servicio que deben brindar la ley, los clérigos y la Iglesia, que no se olvide es la protección a los más débiles y vulnerables. Después del Concilio Vaticano II se esperaba una codificación canónica que rompa la mala imagen feudal de la Iglesia católica, pero al parecer se configuró, al menos de hecho, lo opuesto a una sinodalidad que incluya a quienes son la razón de la existencia de la clerecía (¿A quién dan cuentas los clérigos? ¿A los mismos clérigos?).
Si hay una causa que sobresale en los hechos bochornosos de los abusos sexuales a menores (como responsable, también, de otras bizarrías en algunos clérigos) es el clericalismo, es decir la instrumentalización (marginación) de los bautizados (laicos) por parte de los clérigos; por tanto, significa la incólume pretensión de sustentar la autoridad y el poder en la Iglesia en exclusividad por parte de los clérigos, que es igual a generar círculos exclusivos de poder, como en cualquier organización en la cual es necesario estar cerca de los poderosos para ser alguien o, dicho en refrán popular, “arrimarse a buen árbol para tener buena sombra”.
El clericalismo, lo sabemos los católicos, es una gangrena y, por suerte, no puede prevalecer y tendrá el pago merecido. No se puede obviar, por otra parte, que la Iglesia se configura desde la promesa escatológica. Y no se puede olvidar tampoco que es el orillar y la mala interpretación de los fines escatológicos aquello que está en la raíz de todas las crisis en la Iglesia.

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