El fin del mundo y otros cuentos de sectas


 La
interpretación europeizante (o sea la propuesta de los “científicos” de las
ciencias sociales) de lo que dicen que dijeron los mayas del fin del mundo,
parecería otro intento de los Testigos de Jehová u otro grupo fundamentalista,
de esos que anuncian catástrofes para remover a la “conversión” religiosa.

A
propósito de esos grupos fundamentalistas se debe pensar en la responsabilidad
que esos tienen en ciertos comportamientos que dividen las familias, rompen las
tradiciones culturales e incluso camuflan los intereses de empresas
transnacionales. Es conocido, por ejemplo, el inusitado y coincidente arribo de
grupos como el Instituto Lingüístico de
Verano
al Ecuador (que efectúan su labor misionera y proselitista en el
oriente ecuatoriano) con el inicio de explotación de las empresas petroleras
norteamericanas.

Llama
la atención, también, el penoso caso de la división de familias que  se separan de las comunidades a las que
pertenecen por aceptar una “religión nueva” y no colaboran con las
organizaciones locales y si algún miembro de esas “religiones” participa de la
organización local lo hace para ganar adeptos e imponer sus criterios e
intensiones.

Más
dañoso es la manipulación de la amistad (individuos que fingen ser amigos) solo
para acercarse y ganas más miembros al grupo que pertenecen. Igual o peor de
desastroso son los efectos de estos grupos en las culturas locales que reciben
la influencia de “creencias” (extranjeras y acríticas) que sin ningún respeto (solo
porque se creen que han recibido de lo alto una revelación divina) juzgan y
condenan costumbres sin comprenderlas o aparecen en actividades artísticas o
tradicionales para ocupar espacios siempre con intenciones mal entendidas como
“religiosas”.

La tristeza
que traen esos grupos religioso se constata fuertemente es la división interna
que generan en las familias del origen de sus adeptos: un hijo o un hermano
deja de participar de las actividades afectivas porque tiene otros motivos
religiosos. No celebra cumpleaños (de sus padres o de quien sea) ni participa
de las reuniones tradicionales de sus abuelos y de sus padres, sino que en las
reuniones que se encuentra siempre intentar imponer su criterio como único
sobretodos y va ha pelearse o ha hacer pelear. 
Esto es un fin del mundo que ocurre frecuentemente y que pocos lo
pregonan.

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